Rom 8, 18-25; Sal 125; Lc 13, 18-21.
Creció la semilla y se convirtió en arbusto
Una semilla germina y se desarrolla en misterioso silencio, la levadura transforma la masa sin que quien hace el trabajo sepa cómo sucede. La sal penetra en la comida sin darnos cuenta. Así Dios, trabaja con hondura y eficacia en los corazones que se abren a su Palabra para dejarse transformar por la eficacia que ella tiene, porque es Palabra vida. Qué bien nos lo dice Dios por boca del profeta: Como bajan la lluvia y la nieve del cielo, y no vuelven allá, sino que empapan la tierra, la fecundan y la hacen germinar, para que dé semilla al sembrador y pan para comer, así será mi Palabra, que sale de mi boca: no volverá a mí vacía, sino que hará mi voluntad y cumplirá mi encargo (Is 55, 10-11).
Nuestra Iglesia es una casa abierta a todos, es campo de lucha, es como un campo sembrado en donde caben diversas plantas y todas ellas para embellecer el campo. Nuestra Iglesia tiene tiempos marcados como las estaciones del año. Se desarrolla a ritmo de ellas. Pasa por tiempos de invierno, de primavera, de otoño y verano. Pero cuando en un hemisferio hace frio en el otro hace calor, así la Iglesia vive esos desplazamientos de fe y de esperanza.
¿Cuándo reconoceremos que la misión de nuestra Iglesia católica y apostólica no consiste en organizar la recogida de cosechas, sino de vivir en constante actitud de siembra?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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