Rom 4, 13, 16-18; Sal 104; Lc 12, 8-12.
El Espíritu Santo les enseñará
Nuestra vida cristiana no la podremos entender sin la presencia y la acción del Espíritu Santo en nosotros. Sin Él, nuestra vida podría ser una vida religiosa, llena de piedad y de rezos, pero sin la vida que Jesús quiere para nosotros. Es él quien da vida. Es nuestro amigo y compañero de viaje, que nos va diciendo donde encontrar a Jesús. Es el Espíritu de Dios que da testimonio de Jesús en nosotros y nos protege. Jesús lo llama “Paráclito”, es decir, “el que defiende”, que siempre está a nuestro lado para sostenernos.
La vida de Jesús estuvo animada por la presencia y la acción del Espíritu Santo. Al verificar la manera de ser Mesías: Jesús movido por el Espíritu se retiró al desierto (Mt 4, 1). Al comenzar su misión: El Espíritu del Señor está sobre mí porque me ha ungido (Lc 4, 18). Al Orar a su Padre: Con alegría en el Espíritu Santo dijo: Te alabo Padre… (Lc 10, 21).
Pidamos a Dios la gracia de acostumbrarnos a la presencia cotidiana de este compañero de camino: el Espíritu Santo, y que Jesús nos lo deja como amigo. Al terminar el día, y haciendo un breve examen de conciencia, tengamos la costumbre de preguntarnos: ¿Qué ha hecho hoy en mí el Espíritu Santo? ¿Cómo me ha hablado?, ¿cuáles son las sugerencias que me ha hecho?. Él es una presencia divina que me ayuda a ir adelante en mi vida como cristiano.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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