Is 5, 1-7; Sal 79; Filp 4, 6-9; Mt 21, 33-43.
Se les quitará a ustedes el reino de los cielos y se dará a un pueblo que produzca frutos
Esta parábola de Jesús es tan dura que nos cuesta pensar que está también dirigida a nosotros, a ti y a mí. En la “viña” de Dios (la Iglesia) no hay lugar para quien no aporta frutos. Vale para todo cristiano, pero especialmente para quienes somos pastores en la Iglesia (agentes de pastoral, diáconos, sacerdotes, obispos…) En la Iglesia todos estamos llamados a trabajar por hacer que el Reino de Dios se vaya haciendo realidad en tu persona, en tu familia, en tu comunidad…
Todos estamos llamados a trabajar desde nuestra comunidad eclesial porque exista una sociedad que viva la fraternidad, la justicia, la paz, el servicio de unos para con otros, la caridad con los más desfavorecidos, el perdón…
Señor, esta parábola es acerca de los Judíos pero también acerca de mí. Yo soy el arrendatario de tu viña. Por mí, Tú has plantado y protegido el cultivo y de mí Tú esperas alguna cosecha. El fruto es para Ti, no para mí. Yo me puedo sentir molesta/o cuando Tú me preguntas, pero Tú tienes el derecho de esperar algo de mí.
Hacer el bien no es solo una cuestión de fe, es un deber: Es una carta de identidad que nuestro Padre dio a todos porque nos hizo a su imagen y semejanza. Y Él hace el bien, siempre. (Papa Francisco).
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Benjamín Romo Martín, cm
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