Estamos en el mes de san Vicente de Paúl. Nos unimos para festejarlo el día 27 de septiembre. Y durante todo este año celebramos el 400 aniversario del carisma vicentino. Muchas de las lectoras y lectores de Evangelio y Vida son miembros de diversos grupos vicentinos y otros más tienen su espíritu y anhelo del servicio de los pobres de múltiples maneras. Eso me da pie para escribir ahora y brevemente sobre uno de los aspectos menos conocidos de san Vicente: el Vicente de los negocios temporales.
Misiones gratuitas
Para situarnos podemos recordar que desde la primera casa que le adjudicaron –llamada Bons Enfans– él y los suyos dieron 140 misiones, en sólo siete años. Después, desde la casa de San Lázaro, en 28 años, dieron 700 misiones. Se pasaban el año misionando, a no ser en los meses de verano, cuando los campesinos estaban más ocupados. Y todas las misiones eran gratis. San Vicente no admitía que los pobres tuvieran que sustentar las misiones que recibían. ¿De dónde salían los dineros?
¿De dónde salían para ayudar al sustento de los Niños Expósitos, para los viajes y misiones de Madagascar y para tantos otros pobres arruinados por las guerras de Francia a quienes socorrió materialmente a lo largo de su vida? También tuvo que invertir en Bons Enfans, que al recibirla estaba destartalada y algo parecido le pasó con San Lázaro.
Como Jesús con Zaqueo
Desde luego, como Jesús a Zaqueo, san Vicente supo conmover a los ricos para que se convirtieran al Jesucristo que los esperaba en los pobres. Y larga es la lista de nobles que le ayudaron, sobre todos mujeres. Aparecen dos reinas, varias marquesas, duquesas o baronesas, entre las que sobresale la duquesa de Aiguillon –María de Vignerod– la sobrina del poderoso “primer ministro” Richelieu, o Madame Goussault. La frivolidad de “las preciosas” se convirtió en el empeño de trabajar en “la viña del Señor”. Y fueron generosas no sólo en donaciones, sino en servicio personal a los pobres. Pero toda ayuda era poca. Y algunos poderosos prometían, pero luego se olvidaban. Escribe Vicente el 10 de noviembre de 1657 al P. Delville: “Aunque el rey (Luis XIV) nos ha hecho esperar alguna otra limosna… no hay que hacer mucho caso, ya que los reyes prometen fácilmente, pero se olvidan de cumplir sus promesas”.
Durante la vida de San Vicente, las guerras civiles francesas –las Frondas– y la guerra con España, cada año fabricaban más hambrientos, heridos y necesitados de toda ayuda. Pocas manos de la época de san Vicente vieron pasar por ellas más caudales que las suyas. Y por las cartas de san Vicente lo mismo aparece el precio del pan, que el de la sal, el cultivo de viñas o trigales, caballos, corrales, graneros, telas, colchones, arreglo de granjas. Y sale la red de Coches de Viajeros, de la que no era propietario, pero sí administrador. Se la habían cedido la duquesa de Aiguillón y otros nobles en favor de las obras para con los pobres. Y le dio buenos réditos. Aunque también algunas deudas en el conflictivo año de 1652, cuando tuvo un déficit de 22 mil libras. Y Vicente conocía los precios del pasaje, los detalles de los caminos, donde estaban adoquinados y dónde eran intransitables o peligrosos a causa de los bandidos.
Administrador de fincas
También se fue haciendo con diversas fincas. Además de las tierras de San Lázaro, terminaron en sus manos las posesiones Mespuis, Rougemont, Saclay, Chausé, Freneville, Limouron, Montmirail, Orsiny y otras más. Los banqueros Avril, Rimbaud, Jarriel, Marchand, Colbert y varios otros podrían dar fe de los giros “a la vista” firmados por Vicente de Paúl. Mientras, daba misiones en los pueblos, estaba en el Consejo de Conciencia donde se escogían mejores obispos, formaba a las Hijas de la Caridad, contagiaba con sus conferencias a los misioneros, organizaba y animaba las Caridades en multitud de parroquias, era el alma de las Conferencias de los Martes que reunían al clero de Paris, sustentaba a las Damas comprometidas con los Niños Expósitos y no se olvidaba de los ancianos, de los locos, de los galeotes y tantos otros que cada día llamaban a la puerta de su corazón. Y en el belicoso año de 1649, en plena Fronda, en compañía del hermano Ducourneau, realizó a caballo un recorrido de 600 kilómetros por el oeste de Francia, visitando diversos servicios, personas y obras.
¿Por qué estos variados y múltiples negocios? Él lo explica el 13 de diciembre de 1658. Porque, si no, “no podríamos evangelizar gratuitamente a los pobres”. Y pone algunas serias condiciones en la administración de estos bienes temporales: “Que nuestro espíritu no se vea contaminado por ello, que no se lesione la justicia, ni se enreden nuestros corazones”. Y que los encargados, en cada sitio, no “se aparten de la vida interior y de la unión cordial que deben tener contigo”, con el Señor. Y termina diciendo: “Quiera el Señor concedernos la gracia de conformar toda nuestra conducta a su conducta y nuestros sentimientos con los suyos, que él mantenga nuestras lámparas encendidas en su presencia y nuestros corazones atentos siempre a su amor y dedicados a revestirse cada vez más de Jesucristo”.
“Entre los pucheros anda el Señor”
Teresa de Ávila decía “entended que, si es en la cocina, también entre los pucheros anda el Señor”. Y san Vicente puede asegurarnos que, entre sus variados negocios, andaba el Señor de los pobres.
Como escribía Luis Nos: “Quien lea con atención los escritos de Vicente de Paúl puede decir, y no se equivoca, que su mejor pensamiento teológico huele a labrador, banquero, pastor, contable, granjero, empresario, tratante, agente de coches y hombre de Dios”.
Era el padre de los pobres y tenía que procurarse los medios para ayudar a sus hijos, y evangelizarlos y promoverlos. Ellos eran “sus amos y señores” y él, su más fiel y animoso servidor.
Honorio López Alfonso, cm
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