1 Tim 3, 1-13; Sal 100, 2-6; Lc 7, 11-17.
“Joven, a ti te lo digo, levántate”
En Galilea, no lejos de Nazaret, está el pueblo de Naín. Ahí vivía la viuda del evangelio de hoy con su único hijo. Ahí se dirigía Jesús, los suyos y una gran muchedumbre. Pero, a la salida del pueblo, se topó con otra multitud que salía arropando con su llanto a la viuda, pues su querido hijo había fallecido. El cortejo de la muerte y el de la vida se encontraron, ¿qué va a suceder?
Al ver Jesús a la mujer “sintió compasión de ella”, y le dijo: “No llores”; se detuvo la comitiva mortuoria, Jesús “tocó el féretro”, y dijo: “¡Joven, a ti te lo digo, levántate!” Y el joven se incorporó… y Jesús “se lo dio a su madre”… Y lo que era un triste funeral se convirtió en una fiesta inaudita, y las lágrimas se llenaron de sol.
No sé en qué comitiva caminamos. Con Jesús, contagiando vida, o, sin él, contagiando muerte y funerales. Nuestras palabras y actos, ¿ayudan, animan, levantan, evangelizan, alegran? ¿O amargan, desalientan, contaminan o reparten muerte? ¡Cuántas madres, hoy, lloran por la muerte de sus hijos, muerte física entre tanta violencia, o muerte espiritual entre drogas, alcohol, delincuencia, sexo a la carta, amistades malsanas o sinsentido! ¿Dónde hallar consuelo y vida, si no es en Jesucristo? El activismo, el consumismo o las ideologías son nubes pasajeras que no dan ni lluvia.
El evangelio de san Lucas llama a Jesús“el Señor”(por primera vez), es el Señor de la Vida, es el misericordioso, él “sintió compasión de ella” y le devolvió, vivo, a su hijo. Y, antes, a éste le dijo –como lo dice hoy a muchos otros: “¡Joven, a ti te lo digo, levántate!”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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