Col 3, 1-11; Sal 144, 2-3. 10-13; Lc 6, 20-26.
¡Bienaventurados, felices, dichosos!
En el evangelio de san Lucas, las Bienaventuranzas tienen su contraparte en las Malaventuranzas. Felices los pobres, pero ¡ay de quienes los explotan! Felices los que tienen hambre, pero, ¡ay de los que la causan! Felices los que lloran, pero ¡ay de los que provocan sus lágrimas! Felices los perseguidos, pero ¡ayde los alabados por losmediosmundanosydominantes! Como lo dice el Apocalipsis, llega el tiempo “de que sean juzgados los muertos, y de dar el galardón a tus siervos, los profetas, y a los santos y a los que temen tu nombre, y a los pequeños y a los grandes, y de arruinar a los que arruinaron la tierra”.
Jesús no está contra los bienes. Él sabe, mejor que nadie, quesoncreaciónde Dios, yquesonbuenos. Jesús noestá contra el alimento, sabe que es necesario y él mismo alimentó a la multitud. Jesús no está contra la risa, y menos contra la alegría. Pero todos estos y otros bienes son para compartir. El que tiene y no comparte es como el que roba.
¿Cómo salir de las malaventuranzas, de ser cómplices de tantas injusticias? San Vicente de Paúl hablaba de las “gentes comodonas… personas que no viven más que un pequeño círculo, que limitan su visión y sus proyectos a una pequeñas circunferencia en la que se encierran…sin querer salir de allí; y si les enseñan algo fuera de ella y se acercan para verla, en seguida se vuelven a su centro, como los caracoles a su concha”. ¡Salir y ver las necesidades de los demás y las causas! Y darse y dar, pero no de cualquier manera. ¡Con amor e inteligencia!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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