Col 1, 1-8; Sal 51, 10-11; Lc 4 38-44.
“Salió y se fue a un lugar solitario”
El silencio. ¿Aún hoy es posible el silencio? Si lo necesitáramos saber, un equipo de investigadores alemanes (del Research Center for Regenerative Therapies), ha confirmado el gran impacto que tiene el silencio en el cerebro. Comprobaron que, en los ratones que se quedaban en silencio dos horas al día, crecían nuevas células en la región cerebral relacionada con la memoria, las emociones y el aprendizaje.
Pero Jesús –después de estar con la multitud, curar enfermos, liberar posesos y dar su Buena Noticia a los pobres– buscaba el silencio para saborear el amor del Padre y dialogar con él sobre su misión de cada día. ¡Qué dicha si pudiéramos asomarnos a su confiada oración! ¡Qué ansias nos nacerían de hacer como él, y de buscar el lugar y el tiempo para orar, sin excusarnos!
El evangelio de san Lucas (11, 1-13) recoge algunas de las enseñanzas y encarecimientos de Jesús para que hagamos oración. Podemos meditarlas hoy al escuchar que “salió y se fue a un lugar solitario”. Iba al encuentro que propicia los demás serviciales encuentros. No podemos mutilar el seguimiento. Y el seguimiento de Jesús incluye el seguimiento del Jesús orante. Rezamos con él, y su Espíritu ora dentro de nuestro espíritu aquello que no sabemos y que necesitamos.
Ojalá que tú y yo busquemos, como él, un lugar solitario, donde quiere poblarnos del Padre, del Hijo y del Espíritu. Y despoblarnos de tantos ruidos acaparadores que nos aturden, entibian y desactivan.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
0 comentarios