1 Tes 4, 1-8; Sal 96, 1-6. 10-12; Mt 25, 1-13.

“Mientras… iban a comprar aceite, llegó el novio y las que estaban preparadas entraron a la boda, y se cerró la puerta”.

Se ausentaron. Aparcaron su fe, como quien aparca un carro viejo y destartalado.

¿Habían ido a recargar su teléfono? Lo cierto es que, cuando llegó el novio y se abrió la puerta del banquete de bodas, ellas no estaban. “¡Y se cerró la puerta!”. Las otras, las prudentes, sí entraron. Pues, decía el poeta: “que al final de la jornada / aquel que se salva, sabe / y el que no, no sabe nada”. De esa prudencia se trata, de la fe que espera y actúa.

La joven Nicoletta Falzoni era, hasta hace poco, una rica ejecutiva de una empresa multinacional. Pero un día del 2011 hizo un viaje a Medjugorje y, tras ese encuentro con la Virgen María y su Señor  Jesucristo,  el  éxito,  la  fama, el dinero, las fiestas de Milán y los ascensos le supieron a poco. Encontró la fe y encontró su vocación, su manera de seguir al que nos espera ante las puertas del Banquete. El pasado 6 de enero pronunció sus votos perpetuos  como consagrada.

“Me di cuenta de que a través de esta llamada, el Señor me dio el tesoro oculto por el que vale la pena dejar todo lo demás, la perla ante la cual cualquier propiedad pierde valor… el Señor nos pide seguir el camino sin chaleco salvavidas o paracaídas. La llamada de Dios va en dirección opuesta a la del mundo, y Jesús nos tranquiliza: ‘no temas’ y“su fidelidad dura por siempre”.

¡No esperemos a que se cierre la puerta!

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm