Ap 21, 9-14; Sal 144; Jn 1, 45-51.
“Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el rey de Israel”
Desde que el Hijo de Dios asumió nuestra condición humana (hace más de 2000 años) ha sido incomprensible el que Cristo se haya hecho totalmente hombre. Durante siglos se inventaron diversas herejías para explicar que Cristo no sufrió del todo, sino en simple apariencia.
Dice Bruckberger: “Nunca ha dejado de haber escándalo en torno al relato de la vida de Jesús. Ha escandalizado que hubiera sido demasiado hombre o demasiado Dios, que hubiera sufrido y hubiera muerto, o bien que hubiera resucitado, que sus gestos y su apariencia fueran demasiado naturales o bien demasiado sobrenaturales”.
El afirmar con la boca que Jesús es el Hijo de Dios, implica seguirlo de todo corazón y asumir su estilo de vida adquiriendo sus pensamientos, sentimientos y actitudes que manifiesten un nuevo orden de justicia, de amor y de paz.
Afirmar hoy en día que Cristo es nuestro Señor, es justificarlo con nuestro testimonio de vida. Es decir como San Pablo: “Ya no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí” (Gal. 2, 20). Afirmar que Cristo es nuestro Camino, Verdad y Vida, significa que he apostado por la mejor opción.
Y tú, ¿ya declaraste quién es Jesús para ti?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Servando Sánchez Ayala, cm
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