Hacia las periferias de la vida (6): Nador (Marruecos)

por | Ago 14, 2017 | Familia Vicenciana, Noticias, Situaciones de necesidad y respuestas | 0 Comentarios

“¡Qué bello y grande es conocer, amar y servir a Dios! . Es lo único que tenemos que hacer en el mundo. Todo lo demás es tiempo perdido
– Andrea Varela y Sergio Vicente

Nos levantamos temprano para dirigirnos a la frontera. Una vez cruzamos la aduana española, se abre ante nosotros un mundo desconocido.

Cientos de personas se agolpan intentando moverse de un lado a otro, a nuestra derecha las mujeres caminan encorvadas soportando pesadas cargas.

El peso que llevan les obliga a mirar hacia el suelo, sin levantar la vista. El único paisaje que ven son sus propios pies, no saben ni que estamos observándolas, pues centran su energía en seguir caminando rápido y hacer el máximo de cruces posibles al día, ganando 3 euros por cada vez. Por un momento nos sentimos intrusos de una coreografía perfectamente ensayada día a día a la que nadie nos ha invitado, una realidad que no por cotidiana es menos dura, y que vuelve a hacer que los interrogantes nos invadan y las emociones se desborden.

A la izquierda, pero entre la multitud de gente, algunos se suben sobre las cabezas y montan una fila encima de otra. Empujones, gritos y peleas ambientan una de las fronteras más desiguales del mundo.
Apenas unos kilómetros nos separan de Nador. Cuando llegamos, el caos de la ciudad nos atrapa. En seguida comenzamos a conocer los proyectos de la zona: algunos van a la Darheria, otros prestan asistencia en los montes donde están los asentamientos de inmigrantes, un tercer grupo se desplaza a los campamentos para hacer actividades y un último se queda ayudando en el ropero de la Iglesia.

Por la tarde seguimos iniciándonos en estas realidades mientras uno de los grupos se desplaza a Alhucemas.

Los días van pasando, las vivencias van pesando y haciendo mella, pero seguimos con ganas y dispuestos a continuar nuestro camino adonde sea que Dios quiera llevarnos.
Tenemos la certeza de que Él nos guía y de que sois muchos los que a través de estas líneas diarias nos acompañáis y rezáis por nosotros.

– Sor María Arrese

Llegamos a las 8:00h a la frontera entre Melilla y Nador antes de que llegara el barco con todas las persones que habían hecho la travesía.

Solo una línea y descubrimos un mundo diferente: personas perdidas entre terrenos áridos, desolados, sin asfaltar, sin vegetación, con unas miradas perdidas pero un corazón ansioso de un futuro mejor.

De repente empiezan a pasar mujeres, hombres, niños, con unas cargas en sus hombros que les obligaba a quedar totalmente encorvados, paralelos con el sol que pisaban, nada más.
El peso que sobrellevaban les mantenía alejados de una mirada hacia el horizonte, solo el suelo que pisaban era el paisaje que divisaban. Su espacio era reducido, su carga dura de llevan pero iban ligeros como si de un pequeño equipaje se tratara.

Pasaban mujeres, jóvenes, niños, personas mayores apoyadas a sus muletas.

Me impresionó fuertemente junto con la emoción de pasar la frontera hacia Nador.

Como tanta diferente en tan corto espacio de terreno?.

Dios de la humanidad, Dios de la dignidad humana, haznos solidarios con ellos.. Recuérdanos que nos dijiste : “ Levantad la cabeza se acerca vuestra liberación” ( Luc 21, 28-33) “ Llevad los unos las cargas de los otros y cumplid así la ley del Cristo “

Haznos hoy intérpretes de tu mandato : “ porque cargáis a los hombres con cargas difíciles de llevar y vosotros ni siquiera tocáis las cargas con uno de vuestros dedos” ( Amos 2, 13)

Los vicencianos estamos llamados a estar a su lado, a dignificar su vida, a ser su voz ellos que no tienen voz, a estar a su lado a aliviar la carga de su vida.

Nunca podré olvidar esta imagen, en el paso de la frontera, estos cuerpos encorvados, obligados a mirar el suelo, sin más horizonte en su vida.

– Sor Trinidad González

Desde Nador: Conocer, Amar y Servir a Dios nuestro Señor en sus preferidos los pobres, nuestros hermanos.

Conocer a Dios, buscarle, estar a solas con Él para poder escuchar su voz que nos habla al corazón. Gustar de su presencia, saborear sus gestos de ternura hacia sus hijos.

Amar al Señor con todo el corazón, desde las entrañas, experimentando el amor en nuestras vidas, a veces cargadas de heridas, de dolor y sufrimiento ante las injusticias que podemos experimentar a nuestro alrededor o en lo cotidiano de nuestras vidas.

Servir con todo el corazón, con el esfuerzo de nuestros brazos, a veces desde el silencio, la escucha atenta, la mirada a nuestros hermanos que representan a Jesús suftiente, olvidándonos de nosotros mismos, de nuestro yo.

Conocer, amar y servir al Señor, nuestra tarea, es el regalo que se nos ofrece porque hemos experimentado que Dios nos ama y nos quiere felices.

Un abrazo muy fuerte.

Sigue el relato de este viaje en este enlace.

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