1Jn 4, 7-16; Sal 33, 2-11; Lc 10, 38-42.
“Marta, Marta, te preocupas por muchas cosas, pero una sola es necesaria”
Entre los trabajos y desasosiegos, como Marta, quiero, Señor, recibirte en mi casa. Eso es lo único imprescindible. Si quiero curar mis heridas, tú eres el médico. Si me oprime la culpa, tú eres el abrazo de la misericordia. Si temo a la muerte, tú eres la vida. Si anhelo el cielo que es Dios, tú eres el camino. Si siento hambre o sed, tú eres el pan y el agua que salta hacia la vida eterna. Si se me nubla el sentido entre tantas oscuridades e injusticias, tú eres la luz. Me fío de ti, tú sabes mejor, tú amas más a estas personas que se fueron de lo que yo las amo.
Como Marta, Señor, quiero recibirte en mi pobre casa. Y como su hermana María, quiero ponerme a tus pies y escucharte.
Tú le dijiste a Marta en Betania: “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá. ¿Crees esto?”. Creo, Señor, creo que tú eres lo que yo necesito, aquél que es el deseo de todos mis deseos, aunque a veces no sepa nombrarte. Creo, ¡sostenme en la fe en ti!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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