Sab 12, 13. 16-19; Sal 85, 5-16; Rom 8, 26-27; Mt 13, 24-43.
“Mientras su gente dormía, vino el enemigo…”
Primero, bien dormidos o mirando para otro lado. Y luego, cuando vemos la invasión, en lugar de hacer penitencia y llenarnos de amor, nos tienta la violencia. Pero Jesús nos dice: “Dejen crecer juntos el trigo y la cizaña”.
Hay muchas gentes buenas y algunas malas y otras “medipensionistas”, o gentes que son de trigo y de cizaña al mismo tiempo. (¿Y quién no? “Esta vida está llena de penas y consuelos.
A diario caen y perecen quienes parecían buenos, y, al revés, se convierten y recobran vida quienes parecían malos”, nos recuerda san Agustín. Arrancar “la cizaña”, antes de tiempo, es volverse cizaña. Sentimos prisa por aclarar la ambigua historia. Pero nadie nos constituyó jueces de vivos y muertos. Sino en hermanos que rueguen por sus hermanos.
No es fácil el misterio del mal en nuestra pequeña historia. Nos abruma y nos sobrepasa. Nos escandaliza. Y nos asedia diariamente desde dentro de nosotros mismos y desde fuera, desde el propio egoísmo y desde tantas estructuras de corrupción, violencia y abuso. Pero, como nos dice la hoy la Carta a los Romanos, “el Espíritu intercede por nosotros con gemidos inefables”. Y nos alienta para que luchemos con más ardor por compartir la salvación de Jesús con todos.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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