Is 55, 10-11; Sal 64, 10-14; Rom 8, 13-23; Mt 13, 1-23.
“Se sentó en una barca… y les habló de muchas cosas en parábolas”.
Abotonarse, sonreír, dar gracias, pedir perdón, dejarse seducir por la flauta mágica de la belleza, esas son cosas humanas. Las langostas, los caballos, las remolachas y los tiburones no lo hacen. También es cosa exclusiva nuestra poder contar parábolas. La parábola es una ventana, hecha con palabras, que, como las otras ventanas, nos asoma a un paisaje que se divisa desde ella, pero que no cabe en ella. Jesús fue un creativo contador de parábolas, unas habladas, otras realizadas (ejemplo: el lavatorio de los pies o su propia vida como parábola reveladora del Padre).
Hoy, sentado en la barca~iglesia, Jesús comienza contándole a la multitud la parábola del sembrador. Nosotros, al leerla, podemos fijarnos si también estamos entre quienes le escuchan, fijarnos en la gracia de la semilla y en él sembrador que nos la da, en cómo la recibimos, en qué clase de tierra somos, qué obstáculos concretos oponemos al Reino que se nos ofrece…
¡Gracias, Jesús, por tus parábolas; ellas nos llenan de esperanza, a pesar de nuestra resistencia, el Reino avanza!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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