Gén 46, 1-7. 28-30; Sal 36, 3-4. 18-40; Mt 10, 16-23.
«Por mi causa serán llevados ante los gobernadores…”, les dice Jesús a los suyos. Y la persecución, de una u otra manera, parece parte del ADN de la vida cristiana.
Recientemente, entre los refugiados en Alemania se sucedieron 743 ataques de refugiados musulmanes contra refugiados cristianos (ninguno al revés). Convertirse del Islam a otra religión se castiga con la muerte en Arabia Saudita y en muchos otros países musulmanes, como la República Islámica de Irán. ¿Han oído alguna vez que los gobiernos occidentales o la ONU hayan levantado la voz contra tanta discriminación? En Occidente, entre los proabortistas y los ayatolas de la ideología de género se alaban teóricamente las libertades y los libertinajes, menos la libertad del objetor de conciencia o la libertad de los padres cristianos de educar a sus hijos de acuerdo con sus valores.
¿Cuánto oramos por los cristianos perseguidos de hoy? ¿Qué conocemos sobre ellos? Los medios generalistas apagan esa información. Pero es tu responsabilidad buscar esas noticias que los otros esconden. Hemos de mirar hacia ellos, pues hemos de aprender de ellos el amor a Cristo y a la Iglesia, también a los perseguidores. En Siria o en Nigeria siguen llenando las iglesias, aunque no saben si podrán regresar a casa. Y algunos de ellos nos dicen que temen más nuestra fe gris y apagada que la persecución.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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