Gen 28, 10-22; Sal 90, 1-4. 14-15; Mt 9, 18-26.
“Con solo tocar su manto, me sanaré”
(Puedes completar tu lectura del evangelio de hoy con el relato que hace san Marcos 5, 21-43)
El magistrado y la multitud seguían a Jesús hacia la casa de la niña agonizante o ya muerta. Entre la multitud, una mujer, de doce años de enferma, quería tocar a Jesús. Se fue metiendo como pudo hasta alcanzar a tocar su manto. Y quedó curada. “Ánimo, hija, tu fe te ha salvado”, le dijo con ternura Jesús. Después, ya en la casa del magistrado, resucitó a su hija.
Los puritanos –católicos o no– no quieren que toquemos las santas imágenes. Ni siquiera desean que las haya. Como si fuéramos puros espíritus. Pero Jesús es el Verbo encarnado y estamos en el régimen de la gracia de la encarnación. Tocar es una forma de expresar la fe, es una forma de pedir. Y Jesús nos dijo: “Pidan y recibirán”. Los sencillos lo entienden, los engreídos no. Y la mujer que, llena de confianza, tocó la orla de su manto quedó sanada.
¿Para cuántas personas has sido como la orla del manto de Jesús? ¿Quiénes, al tocar tu vida, se han acercado al mejor médico, a Jesús? ¿Y cuántas han sido para ti como esa orla de su gracia?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
0 comentarios