Zac 9, 9-10; Sal 144, 1-2. 8-14; Rom 8, 9,11-13; Mt 11, 25-30.
“Gracias, Padre, porque… has revelado estas cosas a los sencillos”
Dice el refrán que “vale más la sencillez y el decoro que mucho oro”. Y parece que el Señor tiene preferencia por los sencillos y los que carecen de voz y voto. En el evangelio de hoy se les llama –en griego– nepios, y significa el que no habla, no porque no pueda hacerlo, sino porque nadie le escucha. Es alguien irrelevante en la sociedad. Y Jesús da gracias al Padre porque son ellos los destinatarios de las cosas del Reino, no los sabihondos e engreídos.
Son los pobres del Reino, el resto humilde de la Iglesia, los que oran por todos, los que entienden que no se cae de pronto el gran tinglado comunista del Muro de Berlín (derrumbe que los inteligentes no esperaban) y otros imperios parecidos, sin la oración humilde y constante y las lágrimas ofrecidas de aquellas abuelas rusas que rezaban bajo sus rotas y recosidas sábanas.
Son estas personas las que sostienen a las “minorías creativas” de la Iglesia y a los movimientos de verdadera renovación.
¡Gracias, Padre, porque has revelado a los sencillos las cosas del Reino!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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