Evangelio y Vida para el 3 de julio de 2017

por | Jul 3, 2017 | Evangelio y Vida, Formación, Reflexiones | 1 comentario

Ef 2, 19-22; Sal 116, 1-2; Jn 20, 24-29.

“…en sus manos la señal de los clavos”

Ahora y aquí, la vida, la justicia y el bien son frecuentemente derrotados. Del 2012 a marzo de este 2017, han sido asesinados, según cifras oficiales de Gobernación, 79,344 mexicanos, más los no reportados, desaparecidos, etc. A este ritmo, para diciembre del 2018 los asesinados pasarán de los 104 mil, más lo no reportados. ¡Cuánto dolor, cuántas lágrimas, cuántas familias rotas!

Pero no tengo derecho –tampoco tú–, a darme por derrotado. Aquellas llagas en las manos del Jesús resucitado son las misteriosas flores de la primavera definitiva. Nunca hubo unas flores tan hermosas. Ni Anás, ni Caifás, Ni Pilato, ni Barrabás, ni los soldados, ni la gente gritando “crucifícale”, ninguno de ellos tiene la última palabra; su injusta y provisional victoria es terrible, y hemos de luchar con todo empeño por evitarla, pero, ellos no tienen la última palabra. Dios la tiene.

Tomás (el apóstol, que hoy celebramos) no había estado con la comunidad y se había perdido la gran oportunidad de experimentar a Cristo resucitado. Cuando sus compañeros le cuentan la Noticia, sólo le faltó tildarlos de locos. ¿Cómo va a ser eso posible, si lo mataron? Pero el amor de Jesús es más terco que las agnósticas negaciones de Tomás, o que las nuestras. Aquí tienes, Tomás, las señales de los clavos…

¡Jesús está vivo! Y con él, luchamos por la vida.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm

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1 comentario

  1. Fernando Yunes

    Con la Gracia de Dios es posible descubrir las espigas de trigo de amor y santidad que crecen entre la espesura de la maleza. Si existimos y la vida continúa siendo fecundada, es porque el Bien es más fuerte que el mal, a pesar del inmenso poder destructivo que este tiene. Si miramos la realidad es negativa, pero si vemos desde la Cruz de Jesús hallamos frutos verdes de esperanza, más aún, estamos llamados y podemos ser razones de esperanza para otros. El triunfo del maligno es el sentimiento de impotencia y apatía con el que nos posee para que aceptemos que nada puede cambiar, que el mal siempre reinará y quizá, con ello, también encontrar un justificativo racional para evitar comprometernos.

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