Con 59 años de edad, santa Luisa tuvo la ilusión y la energía para enviar Hijas de la Caridad al lejano Hennebont, en la Bretaña francesa. Tuvo miedo de que, al vivir tan lejos de París, la comunidad se relajara y desapareciera. En esta carta les indica que solo, si viven unidas, sobrevivirán.
“En nombre de Dios les ruego que en su primera Conferencia hablen del número de tres que van a ser ustedes, número con el que deben honrar a la Santísima Trinidad. Pero, ¿en qué, de manera especial? En la gran unión que ha de existir entre ustedes, la deferencia con los sentimientos de las demás para procurar no contradecirse, sino aceptar lo más que puedan el parecer de las otras. Y si a veces hay diferencias, recuerden, queridas Hermanas, que Nuestro Señor siempre se sometió a la voluntad de Dios su Padre; así, en cierto modo, honrarán ustedes esa deferencia suya cuando, por su amor, abandonen su propia opinión para seguir la de la Hermana Sirviente, como también ella podrá hacerlo en las ocasiones en que no haya ofensa a Dios ni al prójimo” (c. 362).
Reflexión:
- Ilusiona ver cómo Luisa de Marillac, al final de su vida, quiere vivir una vida espiritual centrada en la Trinidad y en el Espíritu Santo. Y en unos Ejercicios Espirituales, cuando tenía 66 años, en la última oración, meditó: “¡Trinidad perfecta en poder, sabiduría y amor!, querías hacer a la Iglesia Santa la Madre de todos los creyentes, y para ello, la confirmabas de las verdades que el Verbo Encarnado le había enseñado; infundías en el cuerpo místico el poder de operar maravillas para hacer penetrar en las almas el testimonio verdadero que querías dieran de tu Hijo; operabas en los miembros de ese cuerpo místico santidad de vida por los méritos del Verbo Encarnado, y el Espíritu Santo daba ante los hombres el testimonio de la verdad de la divinidad y humanidad perfecta de Jesucristo, testimonio que debía servir a todos los hombres de gozo, emulación y desprendimiento efectivo de todo afecto, para que ellos pudieran formarse según sus acciones santas y divinas, lo que en nosotros produciría la resolución de vivir como criaturas racionales. Y esto es lo que tienen que hacer todos los cristianos: dar testimonio con acciones perfectas de verdaderos cristianos” (E 98).
- De esta enseñanza la principal consecuencia que saca ella es que las Hermanas vivan unidas en comunidad y pone los medios para lograrlo. En el mundo actual se necesitan comunidades auténticas que vivan la unión; comunidades unidas donde la Hermana se sienta a gusto y feliz para emprender el servicio. En esta sociedad dominada por el individualismo, donde ya ni se vive la unidad matrimonial o familiar, las comunidades unidas pueden ser el modelo que espera la gente.
- Pero se puede aplicar a todos los grupos que viven y trabajan para lograr un mismo fin material o espiritual. Entre estos están los grupos vicencianos que se esfuerzan en implantar el Reino de Dios entre los pobres. Al integrarte en el grupo pusiste tus cualidades, dotes y capacidad al servicio del grupo. A esas cualidades Dios les da su gracia, un carisma, para dar vida al grupo. Si cada miembro considerase que sus cualidades están revestidas de un carisma divino para la unión del grupo, todos vivirían felices. Lo cual supone que hay unidad y singularidad, pero no uniformidad.
Cuestiones para el diálogo:
- ¿Conoces tu propia función y tu propia ubicación en el grupo?
- ¿Pierdes tu personalidad y aceptas todo lo que proponen otros solo porque son personas con prestigio, o de carácter impositivo?
- ¿Hay alguno en tu grupo con dotes de sociabilidad para granjearse amigos que le ayuden a tomar poder? ¿Hay algún miembro en tu grupo que sienten el dolor de no poder decidir, pues otros ya lo hacen por ellos
- ¿Hay singularidad, pero no uniformidad?
Benito Martínez, C.M.
En este pequeño mensaje quisiera felicitar a todos los que hacen y forman parte de famvin.org. Soy un lector regular del material que aquí se publica y me resulta de gran interés e inspiración, especialmente las reflexiones tan intelectuales y profundas a la luz de Luisa como así también evangelio y vida, entre otros. Mi nombre es Juan Pablo Rosales miembro de la SSVP en Tucumán, provincia del norte de Argentina. Es una bendición formar parte de esta gran familia. Bendiciones y sigan adelante!