El Papa Francisco nos sorprende una vez más con esta anécdota que contó durante una Audiencia General en la Plaza de San Pedro, hace ya unos meses, y que refleja muy bien la actitud que deben tener los cristianos respecto a las personas que necesitan ayuda.
Y para nosotros, vicencianos, está muy conforme al espíritu que debemos manifestar en nuestro 400 aniversario.
Hace algunos días sucedió una pequeña historia: había un refugiado que buscaba un camino y una señora se le acercó preguntándole qué era lo que buscaba.
El refugiado no llevaba zapatos y él ha dicho que quería ir a San Pedro para atravesar la Puerta Santa. La señora llamó a un taxi porque lo veía sin zapatos. Pero el refugiado olía muy mal y el conductor del taxi no quería que llevarle, pero al final accedió a llevarle junto a la señora.
Ella le pidió que le contase su historia durante el recorrido de diez minutos para llegar hasta la Plaza de San Pedro. El hombre contó su historia de dolor, sufrimientos y hambre y contó también porque fue obligado a huir de su casa.
Una vez llegaron la señora quiso pagar el taxi, pero el conductor, que al principio no quería llevar al inmigrante porque olía mal, dijo que no porque, añadió, tendría que pagar él a la señora por haberle dado la oportunidad se escuchar una historia que le hizo hecho cambiar el corazón.
Esta señora, teniendo sangre armenia, sabía qué significaba ser parte de un pueblo que es obligado a huir. Pensad en esta historia y en qué podemos hacer por los refugiados.
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