2 Cor 9, 6-11; Sal 111; Mt 6, 1-6. 16-18.

“Y tu Padre, que ve hasta lo más escondido, te recompensará”

El Papa Benedicto XVI nos dice sobre este texto: “Cuando se realiza una obra buena, casi por instinto surge el deseo de ser estimados y admirados por la buena acción, es decir, se busca una satisfacción. Y esto, por una parte, nos encierra en nosotros mismos y, por otra, nos hace salir de nosotros mismos, porque vivimos proyectados hacia lo que los demás piensan de nosotros y admiran en nosotros” (Benedicto XVI, 9 de marzo de 2011).

El evangelio de hoy nos dice que ni siquiera la mano izquierda se debe enterar de lo que hace la derecha. Parecería una exageración, pero detrás de este evangelio se encuentra la enorme riqueza y valor de la persona de Cristo. Cuando Jesús devolvía la vista a un ciego, curaba a un leproso, o dirigía unas palabras a la gente que andaban como ovejas sin pastor, no buscaba que lo alabaran. Con sus palabras y con sus actitudes buscaba en todo momento construir el reino de Dios, es decir, hacer la voluntad de su Padre.

Que difícil es para nosotros tener un gesto de amor con alguien y no buscar, aunque sea inconscientemente que se nos agradezca, que hablen bien de nosotros, etc. El evangelio de hoy nos plantea todo lo contrario, busca que nuestra intención sea sincera, limpia, honesta y busquemos en todo momento sólo agradar a Dios.

Padre que hagamos las cosas sólo por amor a Cristo.

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Blanca López Leija, HC