2 Cor 1, 1-7; Sal 33; Mt 5, 1-12.
“Jesús subió a la montaña, se sentó y se le acercaron sus discípulos”
Jesús sube a la montaña y los discípulos se acercan para escucharlo. ¿Qué les iba a enseñar en esta ocasión? ¿Qué mensaje tenía para ellos y para nosotros?
Jesús empieza su anuncio en la montaña hablando sobre un nuevo estilo de vida. Con las bienaventuranzas proclamaba nuevas condiciones de felicidad. Era el proyecto que amaba, que le fascinaba, le hacía romper esquemas establecidos, que lo llevaban a vivir el proyecto del Padre, el Reino de Dios.
Quien se acerca una y otra vez a las bienaventuranzas de Jesús advierte que su contenido es inagotable. Siempre tienen resonancias nuevas. Siempre encontramos en ellas luz diferente para el momento que estamos viviendo, sea cual sea.
De las Bienaventuranzas, una actitud que podemos aprender es la apertura a Dios como se da en los pobres de espíritu, los afligidos, los humildes y los que desean vivir con todas las fuerzas de su corazón la Voluntad de Dios. Felices los mansos, los que vacían su corazón de violencia y agresividad, que optan por construir la paz en todo momento. Son un regalo para nuestro mundo violento. Felices los que tienen hambre y sed de justicia, los que buscan ser justos y honestos en toda ocasión que se les presenta, con eso construyen una sociedad más digna, felices… felices…
Ayúdanos, Señor Jesús, a escucharte y a vivir el Evangelio con más libertad.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Blanca López Leija, HC
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