Tob 1, 3; 2, 1-8; Sal 111; Mc 12, 1-12.
¿Qué hará el dueño de la viña?
Jesús aparece como una persona valiente, al dedicar a sus enemigos la parábola de los viñadores, con la que les viene a decir que ya sabe de sus planes para eliminarlo. Ellos, desde luego, se dan por aludidos, porque “veían que la parábola la decía por ellos”.
Dios manifiesta una vez más que construye en medio de la debilidad, como dice el Papa Francisco cuando uno lee las páginas de la “historia de amor entre Dios y su pueblo parece ser una historia de fracasos”.
En la parábola de los labradores asesinos, que aparece como el “fracaso del sueño de Dios”, hay un hombre que construye una viña y están los labradores que matan a todos los que envía el señor. Pero es precisamente de esos muertos que todo toma vida. “Los profetas, los hombres de Dios que han hablado al pueblo, que no fueron escuchados, que fueron descartados, serán su gloria. El Hijo, el último enviado, que fue precisamente descartado por eso, juzgado, no escuchado y asesinado, se convirtió en piedra angular”.
Tómate un tiempo para preguntarte: ¿Soy una viña que da los frutos que Dios espera? ¿Cómo está construyendo Dios su historia de amor desde mi debilidad y vulnerabilidad?
¿Tendrá que pensar Dios en quitarnos el encargo de la viña y pasárselo a otros?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Blanca López Leija, HC
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