Hch 16, 1-10; Sal 99; Jn 15, 18-21.
“Si a mí me han perseguido, a ustedes también”
«Si a mí me han odiado, a ustedes también los odiarán…”. El verdadero discípulo está destinado a correr la misma suerte que su maestro. Esta es la señal más cierta de que el discípulo está siguiendo con fidelidad el camino del maestro. De otra manera podemos sospechar que no hay seguimiento real, que no hay continuidad.
Cuando el monseñor cena con el cacique sabiendo que éste ha despojado a muchas familias pobres, sabemos que algo no está bien. Cuando la inmensa mayoría católica se queda callada mirando cómo “el mundo” legal le quita el derecho de nacer a millones de inocentes… sabemos que está fallando algo en el seguimiento de Jesús. Cuando por temor o comodidad nos hacemos de la vista gorda ante la injusticia, ante la corrupción, ante el atropello a la dignidad de las personas… algo no está funcionando en la vida de los discípulos.
Con prudencia, pero con audacia, los cristianos estamos llamados a proclamar en las plazas y en las calles el evangelio de Jesucristo con sus valores, que proclaman la dignidad de la persona y que defienden los derechos de los pobres.
Si por ello no somos muy populares, bueno, sólo miremos a Jesucristo crucificado. Ahí está la razón.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, cm
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