Puerta imprescindible de la salvación

por | May 4, 2017 | Formación, Reflexiones, Ross Reyes Dizon | 0 comentarios

Solo Jesús es la puerta imprescindible de la salvación.

Él es la puerta por la que entramos y salimos sin despertar sospecha alguna.  Es decir, entrando nosotros por él, se nos concede acceso legítimo e incuestionable a la seguridad del redil.  Y saliendo por Jesús, quedamos asegurados, además, de pastos verdes y fuentes tranquilas.

De verdad, Jesús nos procura la salvación y la vida abundante.  Busca él nuestro bien e incluso da la vida por nosotros los pecadores.  No hay amor, pues, que supere el de Jesús.  Por consiguiente, él mismo queda constituido la puerta imprescindible de la salvación.  Y debido a su amor desinteresado y abnegado, hasta el extremo o lo sumo, Jesús infunde confianza, paciencia, amabilidad y cariño.

Y seguramente lograrán sintonizar con él cuantos den rienda suelta a los sentimientos nobles que él despierta en la gente.  Es decir, atenderán a la voz de Jesús y lo seguirán.  Su voz conocida les traspasará el corazón, lo que los llevará a arrepentirse.

Arrepentidos y sometidos al pastor y guardián de sus vidas, ya de ninguna manera se encierran en sus intereses.  Buscan más bien el interés de los demás.  Y no dejan de levantar y dar de comer a los desvalidos echados a la puerta de la casa.  Bien se acuerdan de que no pueden asegurarse mejor la salvación que viviendo y muriendo en el servicio de los pobres para seguir a Jesucristo (SV.ES III:359).  Así practican la religión intachable.  En otras palabras, visitan a huérfanos y viudas en sus tribulaciones y no se manchan las manos con este mundo.

Los realmente de Cristo ni entran ni salen por la puerta de la codicia mundana, demasiado inmunda.

Se guardan ellos, sí, de toda codicia.  Su observancia religiosa no les permite descuidar la justicia, la misericordia, la fidelidad.  Por lo tanto, no cuentan entre aquellos que se preocupan solo por sus intereses y ascensos.

Ni menos son como los que no entran en el aprisco por la puerta, sino saltan por otra parte.  Los saltadores y asaltadores solo destruyen y hacen estrago.  Así de hambrientos están de los primeros puestos de lucro y poder.

No así los verdaderamente fieles a Jesús.  Humildes y centrados totalmente en Jesucristo, tienen la vida oculta en él y llena de él  (SV.ES I:320).  Y viviendo como el que entrega el cuerpo y derrama la sangre por los demás, así mueren también.

Señor Jesús, déjanos entrar y salir por ti, que eres puerta de la salvación.

7 Mayo 2017
4º Domingo de Pascua (A)
Hech 2, 14a. 36-41; 1 Pt 2, 20b-25; Jn 10, 1-10

 

 

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