Hch 6, 8-15; Sal 118; Jn 6, 22-29.
«Trabajen no por un alimento que perece»
Acaba de pasar el milagro de la multiplicación de los panes, Jesús alimentó a la multitud hambrienta y luego, sabiendo que el entusiasmo de la gente era tal que querían proclamarlo rey, huye al monte solo, seguramente desconcertado; la gente no ha entendido el signo a través del cual Jesús les anunciaba la llegada del tiempo mesiánico: Dios alimentando al pueblo, saciando su hambre y sed más profundas en la persona de su Hijo, Jesucristo.
No me buscan por la señal que vieron, les dice, sino porque comieron hasta hartarse. Buscan llenar su estómago de comida y lo que yo les ofrezco es llenar s de luz, su camino de dirección, de gozo y de paz.
El amor y la solidaridad que vino a construir Jesús garantizarán que los hombres se ocupen unos de otros y que no permitan que el hambre, la desigualdad y la pobreza envuelvan con su manto de sombra la vida y la esperanza de muchos. Para ello necesitamos llenarnos de Jesús y su proyecto, ese alimento que da la vida eterna.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Silviano Calderón Soltero, cm
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