Hch 6, 1-7; Sal 32, 1-5. 18-19; Jn 6, 16-21.
“…y el mar comenzó a encresparse”
Los discípulos se fueron solos en la barca y se dirigían al otro lado del lago, a Cafarnaún. Pero el viento iba teniendo cara de pocos amigos “y el mar comenzó a encresparse”.
En la vida de Tato Saínz sucedió algo parecido. Venía de una familia católica, tenía su pequeña fe, pero se metió en las drogas, desde el opio a la heroína o morfina, compartían las jeringas, y algunos de su grupo terminaron muriéndose. “Nos considerábamos los más elegantes, pero éramos unos colgados… Vengo de una familia cristiana, pero todo me lo salté a la torera… La prostitución y el robo no me eran ajenos…”. Y el mar de su vida se volvió una tormenta. “Me dije: Mi vida es ingobernable. Yotengounproblema, Dioslopuederesolver. Voy a confiar en Él… Somos poca cosa. O dejas que Dios haga de Dios o te pones tú en su lugar y todo es un desastre”.
Pero Jesús reapareció en su vida a través de personas que le ayudaron a recuperarse. Cuando los apóstoles habían remado unos cinco kilómetros, vino Jesús hacia ellos sobre las aguas, les dijo: “Soy yo, no teman”. Hoy Tato es el director de la Fundación Recal, un centro cristiano especializado en el tratamiento de adicciones. “Yo creo que sigo vivo para ayudar a los demás. La actitud de devolver lo que se me ha dado es ahora el sentido de mi vida. Tengo que compartir lo que tengo porque si no lo pierdo”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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