Folleville y Chatillon: hitos de la historia vicenciana

por | Abr 18, 2017 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

“Ustedes están enterados de lo que ha ocurrido en el país de los judíos, comenzando por Galilea, después del bautismo predicado por Juan” Hch. 10, 37.

Sin pretender caer en la mera crónica, conviene de entrada aproximarnos al hecho histórico para interpretarlo. La interpretación de este acontecimiento es la clave del primer taller (= como desafío actual).

Sabemos que Vicente de Paúl se ordenó muy joven cuando apenas llegaba a los 20 años (23 de septiembre de 1600), y que transcurrieron 17 más de sacerdocio entre las ambiciones muy humanas por lograr un beneficio, como era la usanza en el clero francés de su época. No quiere esto decir que hayan sido años infecundos, sino de juventud, de peregrinación y de aprendizaje. Lo primero que sabemos de San Vicente sacerdote es que fue nombrado por el Vicario General de Dax párroco de Tilh, un pueblecito de la diócesis no lejano de su nativo Pouy. Este fue un primer beneficio obtenido por el joven Vicente que se cerró con un fracaso porque tuvo que renunciar a ella dada la concesión de la misma parroquia a otro sacerdote pretendiente. Después de un viaje a Roma regresa a Toulouse para reemprender sus estudios hasta completar siete años de teología en 1604 y obtener el título de bachiller y a la espera de una colocación definitiva. En julio de 1605, al regreso de su viaje a Marsella en busca de una herencia, cae prisionero de un bergatín turco que le lleva a Túnez, donde lo venden como esclavo, situación en la que permanecerá durante dos años. No es el caso entrar a discutir la historicidad de este hecho, sino constatar que su sacerdocio avanza y que va aprendiendo de estas experiencias. Después del retorno de la cautividad, todo lo que sabemos del sacerdocio de San Vicente es que sigue buscando una colocación. Así, podemos dar un salto hasta el encuentro con Berulle en 1612 cuando, a través de él, obtiene por fin un empelo específicamente sacerdotal: el 2 de mayo de ese año toma posesión de la parroquia de Clichy y lo será por 14 años. Este va a ser propiamente el punto de partida de una búsqueda de un género de vida sacerdotal que va más allá de unas simples aspiraciones de búsqueda de un beneficio. A medida que se adentra en esta experiencia apostólica va a ir descubriendo otros elementos de su vocación. Es significativo el hecho de que Vicente renunciará a la parroquia de Clichy en el momento en que, fundada la Congregación de la Misión y constituida la Comunidad, sienta la necesidad de romper con las ataduras del pasado. El año 1617 será definitivo.

Folleville y el descubrimiento de la miseria espiritual

En enero de 1617, Vicente es preceptor en casa de los Gondí. Va a Folleville, acompañando a la Señora de Gondí que visita los pueblos situados en sus tierras.

Ya conocemos este episodio que es el origen de las misiones populares. Recordémoslo en pocas palabras. El Señor Vicente es llamado a atender a un moribundo en un pueblo vecino a Gannes.

Él recibe su confesión. Es un acontecimiento que podría ser banal para un sacerdote. Pero, enseguida, este anciano confiesa: los graves pecados de su vida pasada ante la Sra. Gondí, como cuenta San Vicente a los misioneros. Esta dama se alarma. ¡Ah! Si este hombre que pasaba por hombre de bien, estaba en estado de condenación, ¿qué ocurrirá con los demás que viven tan mal? ¡Ay! P. Vicente, cuantas almas se pierden! ¿Qué remedio podemos poner? (XI, 4).

Y la Sra. de Gondí pidió al Sr. Vicente que predicara en la Iglesia de Folleville sobre el tema de la confesión general, cuyo resultado fue que la gente, movidos se presentaran a hacer su confesión. Hará lo mismo los días siguientes en los pueblos vecinos.

El Sr. Vicente se dejó interpelar por la reacción masiva de la parroquia de Folleville a su predicación improvisada sobre la confesión general, tanto como por la confesión del campesino de Gannes. Cae inmediatamente en la cuenta de que las pobres gentes del campo están abandonadas por la Iglesia y que es necesario un sacerdote, un sermón para suscitar entre ellos una respuesta inesperada de conversión. Todas aquellas buenas gentes, cuenta, se vieron tan tocadas de Dios, que acudieron todos… Pero fueron tantos los que acudieron que, no pudiendo atenderles junto con otro sacerdote que me ayudaba, la señora esposa del general rogó a los padre jesuitas de Amiens que vinieran. (XI, 700).

Este descubrimiento conmovedor de las inmensas necesidades espirituales de la pobre gente del campo, y de su abandono por parte de la Iglesia, fue para Vicente la revelación de un desafío y de una fuerte llamada. En adelante continuará el apostolado comenzando con tanto éxito en Folleville.

Ahora, su mirada no se centra ya sobre sí mismo, o sobre su éxito social o su familia. Está definitivamente centrado en las pobres gentes del campo y sus necesidades espirituales. Por ello, algunos meses después de la experiencia de Follevile, deja secretamente a los Gondí y toda idea de promoción personal para ir a Chatillón, a fin de ser libre de toda coacción para predicar y administrar los sacramentos. Chatillón le revelará otra dimensión de su vocación.

Chatillón y el redescubrimiento de la miseria material

El Sr. Vicente llega el primero de agosto de 1617 a Chatillón, una parroquia rural de 2000 habitantes, muy dejada. Veinte días después de su llegada, tiene lugar el otro acontecimiento que le va a impactar como el de Folleville y a través del cual Dios va todavía a hablarle. Por él descubrirá lo que se convertirá en una de los componentes de la misión, el servicio de los pobres por la Cofradía de la Caridad.

Ya se conoce el episodio. Antes de la predicación, me vinieron a decirme que había un pobre hombre enfermo y muy mal atendido en una pobre casa de campo…lleno de gran compasión, lo recomendé con tanto interés y con tal sentimiento que todas las señoras se vieron impresionadas ((IX 202). Se apresuraron todas a socorrerle. Para remediar la ineficacia debida a falta de organización de su generosidad, San Vicente les constituye en Cofradía de la Caridad para asistir a los pobres que a veces han tenido que sufrir mucho más bien por falta de orden y de organización que porque no hubiera personas caritativas (primer reglamento de la Cofradía de la Caridad de Chatillón) (X, 574)

En Chatillón el Sr. Vicente toma conciencia de dos realidades que marcarán profundamente su acción.

1) La intervención eficaz para la mejora de las condiciones de vida de los pobres debe de ir a la par con la evangelización. No se pueden separar.
2) El puesto de capital importancia, la función irremplazable de los laicos, tanto en el plan de la evangelización como del servicio corporal y de la promoción de los pobres.

En Folleville, el Sr. Vicente había estado fuertemente impresionado por la miseria espiritual de los pobres, que están abandonados por la Iglesia, por los sacerdotes.

En Chatillón, es interpelado por la miseria material de los pobres que están abandonados por la sociedad, así como por la Iglesia, a la que le concierne directamente esta cuestión y no puede limitarse a la sola dimensión espiritual de su ministerio. En adelante, volverán constantemente sobre sus labios los dos adverbios: espiritual y corporalmente, que para él son inseparables y que encontramos en el primer reglamento de la Cofradía de la Caridad de Chatillón: algunas damas de la villa han decidido reunirse para asistir espiritual y corporalmente a las personas de su ciudad (X, 574).

Este reglamento de la primera fundación del Sr. Vicente contenía ya en germen todo lo que caracterizará después su acción caritativa y social. Encontramos en particular su asombroso sentido de la organización, así como su respeto de la dignidad de la persona del pobre, que debe ser tratado con delicadeza. Este año 1617 ha sido pues decisivo para San Vicente.

A comienzos de Enero, estaba todavía dudando en cuanto a la orientación que debía dar a su vida. He aquí decidido a consagrar el resto de su existencia a la evangelización y al socorro material de los pobres de los que ha sabido detectar sus verdaderas necesidades a través de las experiencias fundamentales de Folleville y Chatillón.

Todo comenzó en Chatillon en agosto de 1617

En sus viajes por las tierras de los Gondi descubrió que nuestro Señor le exigía santidad de vida sacerdotal y servicio decidido al prójimo. En varias ocasiones había querido dejar a los Gondi para dedicarse al cuidado de almas en las parroquias más empobrecidas ya que notaba que en Paris había «desperdicio» de sacerdotes mientras en los campos franceses los pobres se condenaban por no tener quién les anunciara a Jesucristo ni les celebrara los misterios de salvación. No fue hasta 1617 que se decidió hacerlo a escondidas de los Gondi. En Gonnes-Folleville predicó y fueron tantos los que acudieron a confesarse y mantenían una vida de piedad que fue un momento decisivo para el Señor Vicente. Un momento de gracia. Pensó que dedicaría su ministerio a las misiones.

Sabiendo que no sería fácil dedicarse a las misiones sin autorización del Titular diocesano ni la aprobación de los Gondi, solicitó la parroquia vacante más necesitada que pudo ocupar: Chatillon Les Dombes. Ilusionado por su experiencia en Gonnes-Folleville, llega a Chatillon Les Dombes, aldea campesina muy pobre. A su llegada encontró miseria, enfermedades y muerte. Eran tiempos de transición y guerras en Francia. Enseguida habilitó el templo parroquial abandonado por años ya que ningún sacerdote quería atender la aldea. Una aldeana ocupaba el templo junto a sus animales. La rectoría (casa parroquial) en ruinas era ocupada por aldeanos sin hogar.

A su primera visita por la aldea, escuchó gritos y llantos que provenían de una muy humilde casa cuyas puertas y ventanas habían sido trancadas por el resto de los vecinos ya que opinaban que sus ocupantes estaban enfermos de la peste. Al entrar, encontró el Señor Vicente una niña moribunda de hambre y el cuerpo de su madre que llevaba días sin vida. No estaban apestados; es que no tenían qué comer. Por primera vez en años, se escuchó el repique de las campanas de la antigua iglesia de la aldea: había funeral. Muchos vecinos se dieron cita. Tras el entierro, entregó el Señor Vicente a la familia más pobre de la aldea el cuidado de la huérfana y anunció misa para el domingo.

En su primera misa dominical le preguntó a la asamblea: ¿quiénes entre nosotros son forasteros? Y contestó: el que necesita de la caridad de los cristianos. Invitó a todos a llevar alimentos a las familias que más lo necesitaban. Así surgió la Cofradía de la Caridad. Hubo que organizarla mejor porque sobraban los alimentos hacia los necesitados y se dañaban. La idea se formalizó y surgió un grupo de voluntarias, Las Damas de la Caridad, ayudadas por Luisa de Marillac, dirigida espiritual del Señor Vicente. Mujeres, casi todas, como Luisa de Marillac, de la alta sociedad parisina y francesa de entonces. Mujeres que dedicaron tiempo y esfuerzo a la caridad.

Hoy son la Asociación Internacional de la Caridad (AIC), gran rama de nuestra Familia Vicentina y la más grande asociación de laicos en la Iglesia. Así comenzó por toda Francia el Carisma Vicentino y se extendió por todas partes hasta nuestros tiempos. El Carisma Vicentino consiste en hacer que el evangelio sea efectivo y afectivo.

Los Gondi no podían entender cómo el Señor Vicente los había abandonado y dejado sin preceptor a sus hijos. Mandaron a buscar a su Director Espiritual donde fuera que se hubiera ido. Al ser encontrado, dejó el Señor Vicente su querida aldea, con la Cofradía de la Caridad muy organizada y funcional, pues los Gondi le ofrecieron la posibilidad de ir de misión a todas las aldeas y poblados que estuvieran entre sus incontables tierras. Solo así dejaría Chatillón, aldea en la que, según sus palabras, pasó los días más felices de su vida. «Ni el Papa en Roma es tan feliz como lo era yo entre los aldeanos de Chatillón», diría al final de sus días.

Mientras se preguntaba cómo haría para ir de misión por todos los poblados y aldeas de los Gondi, providencialmente se le acercó un joven sacerdote. «Quisiera hablar con el Señor DePaúl, pues me han dicho que se va de misiones y quiero acompañarlo», le dijo el joven sin saber a quién se dirigía. Entonces el corazón del Señor Vicente palpitaba con muchas fuerzas. Era Dios quien ponía al joven sacerdote en su camino. Por fin podría retomar su sueño de las misiones a los más necesitados del amor de Dios y de la caridad cristiana.

Curiosamente el joven presbítero era de la misma región. Enseguida el Señor Vicente reconoció el acento y se vio reflejado en el joven. Lo animó a no dejar desanimar el impulso misionero que el Espíritu de Dios ponía en su corazón. Así nace, en el corazón de San Vicente de Paúl, la idea de una congregación que se dedicara a la misión popular, a la misión entre los pueblos y aldeas pobres y hacer el evangelio afectivo y efectivo fundando la Cofradía de la Caridad por cada lugar que fueran.

Fue tanto el éxito pastoral que tuvieron y tanta la fama que obtuvieron entre todo el clero francés, que muchos sacerdotes quisieron unirse a la misión. Para hablar de las misiones y formar a los que querían unirse, pues el misionero debe estar bien formado no solo para predicar bien según el pequeño método que ideó San Vicente de Paúl, sino también para celebrar bien el sacrificio de la Eucaristía, surgió las Conferencias de los Martes.

Fueron muchos las sacerdotes, religiosos y seculares (Diocesanos), pero fueron sobre todo los últimos, los que se unieron al Señor De Paúl y pidieron que fundara oficialmente la Congregación de la Misión. Para nuestro santo ya estaba fundada desde el 1617 cuando Dios puso en su corazón el deseo de ser misionero entre los pobres. Pusieron manos a la obra y consiguieron aprobación de la Pequeña Compañía, como cariñosamente llamaba San Vicente de Paúl a su fundación, el 25 de enero de 1625, fiesta de San Pablo Apóstol el misionero Ad Gentes por excelencia.

Así nacía oficialmente la Congregación de la Misión de San Vicente de Paúl. Compañía que entre los franceses comenzó a llamarse Lazaristas, pues el Obispado de Paris les había concedido como Casa Madre, la Antigua Abadía e Iglesia de San Lázaro. Desde allí se organizaba la misión, la formación de misioneros y la formación de seminaristas seculares, responsabilidad que encomendaron al Señor Vicente muchos obispos ya que se decía de él: ese es un cura que sabe predicar bien y sabe celebrar bien la misa.

Eventualmente se le encomendó a la Congregación de la Misión el cuidado pastoral de parroquias campesinas y citadinas siempre que fueran en sectores pobres. Obispos de otros países solicitaron misiones inmediatamente. El Fundador y Primer Superior de la Congregación de la Misión envió personalmente misioneros a Polonia y a Madgascar en varias ocasiones, amén de las decenas de obispados franceses que los recibían. Su lema es: «El Señor nos ha enviado a evangelizar a los pobres».

Donde quiera que iban los misioneros fundaban la Cofradía de la Caridad para hacer el evangelio efectivo y afectivo. Ya las Damas de la Caridad no daban más. Era mucho el trabajo. Además era muy pesado para damas de alta sociedad.

Junto con Luisa de Marillac pensaron en fundar un grupo de consagradas que se dedicaran a dar ánimo y continuidad a las obras de la Cofradía de la Caridad, además de cuidar enfermos, moribundos, dar de comer a los pobres, recoger de entre las calles a los que no tenían techo y atender y cuidar a los bebés abandonados en las puertas de las iglesias de Paris.

Era mucho trabajo para monjas que se dedicaran a rezar y no se podía realizar desde un convento. Entonces Dios envió una campesina pobre de una aldea donde habían llegado los misioneros. Se ofreció para hacer un trabajo fuerte y consagrarse a Dios. Según ella, solo los pobres entienden a los pobres. Junto a ella llegaron más y más con el mismo deseo. El Señor Vicente las encomendó a la dirección espiritual de Luisa de Marillac. Se dedicaron a hacer justo lo que se necesitaba. Hacer que el Evangelio fuera afectivo y efectivo. Las llamó Hijas de la Caridad.

Se les llamó Hijas de la Caridad porque nacieron como voluntarias humildes de aldeas donde se había fundado la Cofradía de la Caridad. Su aprobación fue en el año 1633 y tuvieron como primera «hermana sirviente» a Santa Luisa de Marillac, viuda, de la poderosa familia de los Marillac, pero que tenía un corazón enorme. Las Hijas de la Caridad no son religiosas ni son monjas. Son seglares consagradas que cada año renuevan sus votos al servicio de los pobres, porque la Caridad de Cristo nos Urge, dice su lema. Toda una novedad para su tiempo. Es que «La Caridad es infinitamente inventiva», decía nuestro santo.

Estas son las tres fundaciones de San Vicente de Paúl. Las tres ramas principales del gran árbol con frutos de caridad que somos la Familia Vicentina. Como decía el mismo Señor Vicente: Todo comenzó en Chatillon.

Preguntas para la reflexión y el diálogo

1.- Folleville y Chátillon: un acontecimiento que nos interpela. Actualmente, en derredor nuestro, oímos muchas llamadas:

• ¿A cuáles estamos hoy más atentos y por qué?
• ¿Cómo y por qué les hemos escuchado?
• Existen muchas otras llamadas que nos dejan indiferentes, ¿por qué?
2. Folleville y Chátillon: una respuesta, la caridad organizada

• ¿Qué repuestas damos a las llamadas que escuchamos hoy?
• ¿Con qué respondemos? (Movimientos, asociaciones, organizaciones)
• ¿Qué parte tomamos en la lucha contra las causas de la pobreza, de la miseria, de la injusticia…?

3. La eficacia en la acción depende a menudo de la cualidad de las motivaciones.

• ¿Es nuestra fe en Jesucristo la que anima nuestros compromisos? ¿Cómo?
• ¿Aceptamos meternos en el problema?
• ¿Cómo? ¿Personalmente y en equipo?

Autor: Alexander Correa, CM
Fuente: Web Corazón de Paúl.

Etiquetas: famvin400

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