Ex 12, 1-8. 11-14; Sal 115, 12-18; 1 Cor 11, 23-26; Jn 13, 1-15.
La costumbre es una plaga de langostas que puede robarnos la alegría, el asombro y la gratitud. Hoy celebramos la Cena de Jesús con los suyos. Y tú estás entre esos suyos. ¿Permitirás que la rutina o la pereza esquilmen tu corazón cristiano? “Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos los amó hasta el extremo”, nos dice el evangelio de Juan. “Con ansia he deseado cenar esta Pascua con ustedes antes de padecer”, nos recuerda el evangelio de san Lucas.
La Eucaristía, el sacerdocio, el servicio de lavar los pies a los demás, el Mandamiento nuevo… todo está en esta celebración. Y cuando nosotros hoy celebramos con el mismo Jesús, celebramos este memorial suyo. Él nos hace contemporáneos y participantes de su Cena. No ha habido más que una misa y no habrá más que una misa: la Cena de Jesús. La celebraremos miles de veces y en lugares distintos, pero es la misma Cena de Jesús. Y, como Pedro, Juan, Andrés y los demás estuvieron en ella, así estamos nosotros, tan realmente. No hacemos sólo una memoria subjetiva, sino que objetivamente ahí está Jesús con nosotros celebrando su Cena. No hacemos una escenificación piadosa, ni una repetición, sino la misma y única Cena de Jesús.
Podremos estar distraídos o fervorosos, participantes o rutinarios, pero eso es lo que celebramos. Y recordárnoslo, ¿no podrá ayudarnos a poner en ella el alma y el corazón y la alegría, el asombro y la gratitud?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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