Jer 11, 18-20; Sal 7, 2-3. 9-12; Jn 7, 40-53.
La ciudad de Jerusalén y sus calles estaban abarrotadas de judíos venidos de todas partes y llenas de chozas hechas de enramadas y follajes. Era la fiesta de los Tabernáculos. Entre discusiones, unos judíos afirman que Jesús es el Mesías, otros lo niegan y algunos querían detenerlo. ¿Por qué no lo apresaron?, preguntan los sumos sacerdotes y fariseos a los guardas enviados para detenerlo Ellos les responden: “Jamás un hombre ha hablado como este hombre”.
Jesús es ese abismo de luz que cuestiona las tinieblas de los siglos y las nuestras propias. Millones de personas han tenido la experiencia de encontrarse con Jesús sin buscarlo. Vittorio Messori es uno de ellos.
“No he tenido una infancia ni una juventud católica. Lo que sí he conocido de cerca es la cultura laicista. Y luego, un encuentro misterioso y fulgurante con el Evangelio, con una Persona, con Jesucristo. Y después, con la Iglesia”. Y Messori cambió radicalmente.
Convertido, escribe: “Con certeza histórica indiscutible sabemos que el primer anuncio, el primer kerigma: Jesús es el Señor, ha resucitado, resonó en las plazas de Judea y Galilea cuando Poncio Pilato era todavía Procurador… y los miembros del Sanedrín, presidido por Caifás, conservaban aún sus puestos…”. Messori sabe que con Jesús no nos movemos en terrenos míticos o fantasiosos, sino en la historia. Y Messori da testimonio también de su encuentro con el Jesús vivo en el cuadro de su propia historia.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, cm
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