Padre bueno y misericordioso
que en tu Hijo Jesucristo
nos manifiestas tu rostro y nos hablas.
Concédenos estar siempre atentos a su voz
para que, desde el Espíritu,
sepamos oírla en los acontecimientos de cada día,
en el silencio de la oración
y en las relaciones fraternas.
Que él nos mueva a enredarnos con la justicia y el amor
para ser así tus testigos en medio de nuestros hermanos.
Inspíranos el gesto y la palabra oportuna
frente a los más necesitados
y haz que sepamos entregarte
nuestra vida y nuestro amor
siguiendo siempre los pasos de tu Hijo
como lo hicieron San Vicente y Santa Luisa.
Amén
Fuente: Revista «Oye su voz y ¡enrédate!», Semana vocacional de las Hijas de la Caridad y Misioneros Paúles de España.
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