«El Señor es compasivo y misericordioso»
Is 49, 8-15; Sal 144; Jn 5, 17-30.
Jesús hace signos, curaciones, manifestaciones, en día sábado. Día para los judíos que se dedica sobre todo a la contemplación de la creación, recordar la historia, tener presente lo que Dios ha hecho con su pueblo y cumplir con las obligaciones rituales. Cuando Jesús cura en sábado, se manifiesta Dios, liberando y salvando, pero para los judíos, implicaba usurpar a Dios. A partir de este momento se inicia un proceso judicial en contra de Jesús. Pero Jesús responde: “Mi Padre sigue trabajando aún, y yo también trabajo”. Para los intelectuales judíos era evidente que Dios no podía descansar el día de Sabbath. La creación proseguía, la gente moría, los niños nacían y la vida continuaba. Dios no podía dejar de estar activo.
En la tradición del AT el Dios de Israel era el único que podía resucitar a los muertos y darles vida. Esta tradición cambiará a causa de la relación entre el Padre y el Hijo, el Hijo da la vida y a él se le ha entregado toda autoridad para juzgar. De tal manera, que sólo el Señor del Sabbath es el dueño de la vida y de la muerte. Esta promesa de continua creación y esperanza de la vida eterna tiene dedicación especial, para aquel: “quien escucha mi palabra y cree en el que me envió tiene vida eterna, no es llevado a juicio, porque ha pasado de la muerte a la vida”. Por lo tanto, la vida puede lograrse ahora mediante la fe en la revelación de Dios y en y mediante el Hijo de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rubén Darío Arnaiz, C.M.
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