El 8 de marzo del 2017, en el día internacional de la mujer, cuando los equipos de San Vicente, la AIC Francia, se dieron cita en la catedral Notre Dame de París para celebrar los 400 años de las Cofradías de la Caridad. Fue una Jornada excepcional donde los miembros de la AIC llenaron la nave de la inmensa catedral. ¡Y cómo no unir el acontecimiento con todas esas generaciones que durante más de 800 años han orado y continúan haciéndolo bajo esta inmensa obra de arte construida con tanta genialidad!
Se unieron a nosotros más de 30 sacerdotes y hermanos para dar gracias por la labor realizada por San Vicente y por un puñado de mujeres enérgicas y decididas. Acogidos por el Vicario General de la diócesis, el P. Sinety Benoist, caminamos en procesión detrás del corazón de San Vicente de Paúl.
En la Misa pudimos escuchar la historia de los Ninivitas, quienes se convirtieron gracias a la predicación de Jonás. Después oímos el Evangelio donde Cristo se presenta como alguien más grande que Jonás y quien urge a la conversión. ¡Ahora el signo ofrecido a la humanidad ya no es la predicación de Jonás, sino la resurrección de Cristo al tercer día después de su muerte! Signo de esperanza ofrecido en la fe en la misericordia de Dios. Mientras que el rey de Nínive se pregunta: ¿quién sabe si Dios se arrepienta y cese el incendio de su ira? Dios responde con su caridad, él quien renunciando al castigo, en Cristo, se revela como un Dios de ternura y misericordia. Un Dios que nos desea el bien, un Dios cercano a cada ser humano para salvar de una mejor manera a toda la humanidad.
La señal de la Cruz, signo de la caridad, se convierte, por tanto, en el único signo de conversión que le permite al hombre escapar del juicio venidero. ¿Cómo? Entrando en la caridad de Cristo quien ha venido a salvar lo que estaba perdido. Amar al prójimo como él lo ha amado es predicarle a esta generación malvada como la nuestra, una manera de conversión. Los santos han expresado esta misma y única caridad que tiene por fuente a Dios. De la misma manera que Cristo permite que perforen su corazón, de esa misma manera los Santos han practicado el amor a sus hermanos hasta el extremo. San Vicente y Santa Luisa son testigos privilegiados de ese amor.
Hace ya 400 años que en Folleville, después de descubrir las obras de misericordia espirituales, el señor Vicente conmovido profundamente, cambió su vida. Se trasladó a Châtillon les Dombes (hoy Châtillon sur Chalarone). Un domingo alguien llega a informarle de una familia cuyos miembros están enfermos. San Vicente predica y con ello toca los corazones de sus fieles incitándolos a acudir en ayuda a esa familia. Fue todo un éxito, una verdadera peregrinación vino después de escuchar el llamado. Pero, ¿qué pasará en los días siguientes? Hay que organizarse. Y con mujeres voluntarias llenas de compasión, mujeres de fe que quieren ayudar, San Vicente creará la primera Cofradía de la Caridad. El 8 de diciembre día en que se celebra la Inmaculada Concepción de la Virgen María, la primera caridad recibe sus reglas. ¡La Virgen María como modelo y protectora de la caridad en femenino! La mujer que se identifica con el sufrimiento humano y que manifiesta una y otra vez su vocación a la maternidad.
El movimiento fue lanzado. Más adelante, en cada misión liderada por los misioneros lazaristas, una obra de caridad se creará. ¡En la actualidad la Asociación Internacional de Caridad (AIC) sigue trabajando como el primer día! Recordemos que este equipo cuenta con unos 150.000 miembros en todo el mundo. Pero poco importan los números, lo que importa es el corazón, pues se trata de una organización eficaz amar realmente a su semejante y brindarle las condiciones necesarias para su desarrollo integral. Se puede decir con los equipos en Francia, ¡cambiar el mundo, las mujeres lo hacen!
Podríamos resumir el significado de la celebración con esto: aunque seamos una generación malvada, Dios nos ofrece el signo de su misericordia y nos invita a la conversión; amemos como mejor podamos porque la misericordia se burla del juicio.
La celebración terminó con una procesión para colocar el corazón de San Vicente en la capilla que se le fue asignada dentro de la Catedral. Seguidamente cofradías y visitantes salieron con destino a los “Bateaux-Mouches” (Barcos en el río Sena) cosa que para muchos era la primera vez en sus vidas. Al final, todos llegaron a la Casa Madre, en 95 rue de Sèvres, de París, donde había un buen aperitivo servido por los jóvenes de la Escuela de Aplicación Albert de Mun. Además de unas palabras de agradecimiento, hubo la presentación de un magnífico tapiz elaborado por peregrinos, voluntarios y las Cofradías. ¡Entre los visitantes se destacan algunas mujeres que habían salido de prisión! Luego se hizo la exposición de un concurso fotográfico. En conclusión fue una bella y completa jornada. Nadie se despidió sin antes manifestar su complacencia por la manera como fueron acogidos por la comunidad de Vicenciana.
Autor: Bertrand Ponsard CM
Traductor: José Gregorio García, CM
Fuente: cmglobal.org
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