Dn 9, 4-10; Sal 78; Lc 6, 36-38.

“No nos trates Señor, como merecen nuestros pecados”

En tu relación con los demás te has preguntado: ¿En qué valor o virtud me inspiro para relacionarme? ¿Cuál es la fuente que me alimenta? ¿Qué me motiva? ¿Con qué intención? ¿Que sería yo capaz de dar por el otro? ¿Qué espero del otro?

San Lucas nos hará una propuesta que tiene como fundamento e inspiración al mismo Dios, a las entrañas de Dios: la misericordia. En principio, sabemos que no solo consiste en actuar con bondad o buena voluntad, la misericordia es mucho más que eso. Define la relación que hay entre Padre~Madre con su hijo: Una relación sin rupturas, nunca se termina, porque el vínculo entre padre e hijo es creatural. Así nosotros con Dios. Una relación donde prevalece el “don”: siempre hay un “tú”, no solamente el “yo”. Por lo tanto, esta relación no está fundamentada en la moralidad de las personas, pero si trae consigo una responsabilidad inevitable: esforzarse poraprenderavivircomo“hijos” de Dios. Otra característica de la actitud misericordiosa es que no hay juicio ni condenación, hay condescendencia. Y su motivación es la realización del otro, su plenitud. De tal manera que, el ambiente de esta relación es la gratuidad. San Lucas, enunentornomisericordioso, nos invitaanopronunciarjuicios sobre las personas. Porque los juicios son un modo de condenación y porque usurpamos el lugar de Dios. Porque los juicios son un modo de condenación.

¿Qué tanto juzgo a los demás y para qué?

Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rubén Darío Arnaiz, C.M.