Vivimos en una época en la que un buen número de personas están cada vez más preocupadas por sí mismas. El egoísmo y el individualismo están superando las previsiones más conservadoras. La gente sólo habla de dinero, coches, compras, viajes, bienes patrimoniales y elementos relacionados con el aspecto material.
Hay poco espacio para los valores espirituales y familiares. El matrimonio y los niños, por ejemplo, son casi los temas prohibidos… Es, de hecho, un escenario devastador para los cristianos, especialmente para nosotros, vicencianos, que nos esforzamos para construir un mundo más fraterno y menos desigual. Es por ello que el mensaje salvador de Cristo sigue siendo actual y se vuelve cada vez más necesario en un entorno donde la maldad parece superar a la bondad.
En las redes sociales, por ejemplo, se puede ver la futilidad de las personas y el nivel bastante superficial con que los individuos se manifiestan públicamente. Tratan de mostrar una supuesta imagen de felicidad, estar rodeados de amigos, pero en realidad son personas solitarias, psicológicamente frágiles y tristes. Basta echar un vistazo a sus comentarios, publicados en las webs de las redes sociales.
¿Qué podemos decir de todo esto? Es realmente decepcionante y devastador comprobar que las personas se encierran cada día más en sus mundos. ¿Y qué tiene esto que ver con el trabajo de promoción humana de la Sociedad de San Vicente de Paúl? ¡Todo! La acción benéfica desarrollada por los consocios y consocias se basa en la colaboración y la solidaridad, y sólo puede ser practicado por personas desprendidas y con una mirada abierta al prójimo.
Pero el egoísta, por naturaleza, es una persona que sólo se preocupa por sí misma. No tiene a nadie para hablar de un asunto, pues no precisa dar explicaciones a nadie. Su forma de ver el mundo es extremadamente limitada. Tiene una gran dificultad para reconocer las virtudes del prójimo, por lo que ¿cómo podría llevar una palabra amable a los que sufren? El egoísta difícilmente se alegra del éxito del otro, por la envidia. Estas personas no tienen humildad de reconocer las derrotas, ni la magnanimidad de poner en valor a aquellos que sobresalen en las actividades diarias.
Otro aspecto muy importante: el estilo egoísta no encaja con el estilo de la SSVP. En nuestra organización, desde el momento de su fundación, prevalece el «espíritu colegial» y el «desapego de la propia opinión» durante el proceso de toma de decisiones. Hablando con mayor claridad: las decisiones se toman por consenso, escuchando a todos y llegando a una solución democrática y diplomática.
El egoísta, en cambio, toma decisiones unilaterales, y por lo tanto perjudica el modo de ser de la SSVP, cuyo pilar reside en el carácter colectivo de las deliberaciones. Este es otro de los problemas que podemos comprobar cuando algunos líderes vicencianos toman decisiones que luego son consideradas inadecuadas, porque se desarrollaron fuera del espíritu vicentino, de forma egoísta.
Por último, es lamentable que tengamos miembros con este perfil individualista. Estas personas, por lo general, también se unen a la SSVP con intereses particulares, incluso políticos, aprovechando el carácter meritorio de la asociación, para catapultar temas de su interés personal. Se trata de personas que permanecen en la SSVP hasta el momento en que no pueden conseguir más de la entidad. A partir de ahí, salen de la conferencia y no dejan recuerdo alguno.
Cuidado con aquellos que actúan de esta manera, pues no tienen el «sello de Ozanam» en su frente. Esas personas necesitan, de hecho, ayuda psicológica y apoyo espiritual para cambiar su propia vida, y sólo deberían pertenecer a grupos sociales o similares después de resolverse, en primer lugar, su delicada situación emocional.
Renato Lima,
16º Presidente General de la Sociedad de San Vicente de Paúl
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