Is 55, 10-11; Sal 33; Mt 6, 7-15.
“El Señor libra al justo de todas sus angustias”
La primera invitación del Evangelio nos invita a la actitud de la confianza. Y a orar… (lee los vv. 7-8). Sabiendo esto, ¿qué piensas acerca de tu manera de orar? ¿Acaso piensas que con muchas oraciones obtienes la escucha de Dios? Jesús nos transmite una certeza: Dios se anticipa a la necesidad del ser humano. ¿Cómo sería tu oración sabiendo y/o confiando que Dios conoce tu necesidad? Esto no quiere decir que, porque Dios lo sabe todo no es necesaria la oración, sino de que Dios, en su gratuidad, asiste al hombre antes de que éste se lo pida. Por lo tanto, “Nuestra oración no es la razón de los dones de Dios que nosotros recibimos, sino más bien un signo de que Dios nos ha brindado sus dones” La oración es posible por la promesa de la escucha.
Pero ¿qué es realmente lo que necesitamos? La esperanza judía de esa época consistía en un “nuevo mundo” y Jesús promete el Reino de Dios. Ésta es, también para nosotros, la única necesidad. Y tú, ¿cuándo oras con el Padre Nuestro con qué intención lo haces? La primera frase de la oración, Padre Nuestro, es una invitación a creer que Dios es nuestro padre y nosotros sus hijos, a fin de que nos acerquemos con toda confianza y le invoquemos con la confianza de que seremos consolados. Ciertamente podríamos decir que, no sólo se trata de una guía para nuestra oración sino una guía para enriquecer la “vida espiritual”.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rubén Darío Arnaiz, C.M.
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