Is 58, 9-14; Sal 85; Lc 5, 27-32.
“Señor, enséñame a ser fiel a tus designios”
Bien podemos ser Leví cada uno de nosotros. De él se nos dice que, desempeña un trabajo (recaudador de impuestos), trabajo que lo coloca en una situación de vida considerada como pecado, también se nos dice cómo se encuentra en ese trabajo, establecido (sentado) en el pecado. Para fortuna suya, y la nuestra también, Leví tiene un encuentro con Jesús, se nos dice que, Jesús lo vio y le dijo: ¡sígueme! y Leví se levantó y dejándolo todo, lo siguió. El texto propiamente no habla de que Leví se haya convertido, ya que este es un proceso que dura prácticamente toda nuestra vida, pero si nos habla de lo que se necesita para entrar en un proceso de conversión, decisión. ¿De dónde se levantó Leví? de una situación de pecado; ¿qué fue lo que dejo? Todo. Bien podemos pensar que se trata de un trabajo, un estilo de vida anclado en el pecado; ¿y después que hizo? lo siguió. A algunos les gusta pensar que Jesús llama y trata con las personas que son “buenas”, sin embargo, y para beneplácito de todos, Jesús llama a los pecadores (v. 32). Delante de este don hay una tarea: decidirse y arrepentirse. Jesús es quien toma la iniciativa, pura gratuidad, llama para, seguirlo a él y a nadie más. Para caminar detrás de él, en actitud de discípulo, para decidirse, y aunque suena fácil, en la práctica es lo más difícil, ya que no siempre estamos dispuestos a abandonar nuestra situación estable de pecado. ¿Y tú, qué necesitas para moverte (levantarte de ese estilo de vida y seguir (decidirte) a Jesús y arrepentirte?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rubén Darío Arnaiz, C.M.
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