Dt 30, 15-20; Sal 1; Lc 9, 22-25.
“Dichoso el hombre que confía en el Señor”
Recuerdo haber escuchado a una Señora, cuando explicaba su situación personal y el tipo de relación que llevaba con su esposo “borrachín” decir que, esa era su “cruz”. Es común, entre las personas, cuando se trata de comentar lo malo que les pasa en la vida, decir que esa es su cruz. Situación personal que se sufre como, o por voluntad de Dios. Idea fundada, posiblemente, por la relación que se hace entre Cristo y su sufrimiento en la cruz. En esta idea de la cruz casi no hay esperanza para el cambio, sólo resignación. Sin embargo, el Evangelio se expresa de manera distinta acerca de la Cruz, su sentido es liberador. El v. 23 dice: “si alguno quiere venir detrás de mí, niéguese a sí mismo, lleve a cuestas su cruz de cada día y sígame”.
La cruz NO es lo malo que acontece en la vida, ES la condición necesaria para ser discípulos. En la cruz: Jesús entrega la vida, acto de generosidad; Jesús obedece al Padre, cumple su voluntad; En la cruz se hace notar el rescate del Padre, reconcilia al mundo, se muestra la misericordia de Dios. Llevar a cuestas la cruz de cada día puede significar: IDENTIFICATE CON EL MAESTRO CADA DÍA. Aprende de él, se discípulo: generoso con tu vida, tu tiempo, tu perdón, tu amor. En la cruz se participa de las llagas de Cristo, señales de que entregó la vida. Entrega la vida, para que ahora y al final, como Jesús, puedas experimentar el rescate de Dios.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Rubén Darío Arnaiz, C.M.
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