Sir 6, 5-17; Sal 118, 12.16.18.27.34-35; Mc 10, 1-12.
“¿Puede el hombre repudiar a su mujer?”
Así de claro y de parcial se lo plantearon los fariseos a Jesús. ¿Puede el hombre…? No le preguntaron si también podía la mujer. Pero Jesús respondió a la pregunta completa. Y no se mostró propagandista del divorcio. “Lo que Dios unió que no lo separe el hombre… Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio, y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio”. No hay falsos privilegios, sino la misma amorosa exigencia para los dos. Y Jesús les recuerda a los fariseos el proyecto original de Dios.
El matrimonio no es fácil porque el verdadero amor no es fácil. El egoísmo lucha dentro de todos.
La generosidad, el perdón, la fidelidad piden esfuerzo y piden acoger la gracia. Y, si además de las dificultades naturales se le añaden al matrimonio fuertes presiones sociales, más difícil aún. Como lo recordaba el Papa Fancisco, el pasado 1 de octubre en Tiflis, capital de Georgia: “Hoy hay una guerra mundial para destruir el matrimonio. Hoy existen colonizaciones ideológicas que destruyen, pero no con las armas, sino con las ideas. Por lo tanto, es preciso defenderse de las colonizaciones ideológicas”.
Señor, da tu gracia a los matrimonios para que sean fieles y ayuda a los divorciados a que non dejen de buscarte e ir a ti.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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