Hebr 11, 1-7; Sal 144, 2-5. 10-11; Mc 9, 2-13.
“Maestro, qué bien se está aquí”
Jesús celebró dos “Reuniones en la cumbre”. (Las otras de los políticos son espectáculo para los medios). Esta primera con Elías y Moisés en el monte de la Transfiguración. Y la segunda, en el Gólgota, con dos bandidos a su lado. Aquí, en la gloria de la Transfiguración, hablaban de la pasión que Jesús sufriría en Jerusalén (Lc 9, 31). En la otra, en lo alto de la Cruz, Jesús habló del paraíso: “Hoy estarás conmigo en el paraíso”, le dijo a uno de los ladrones. Una sola vez escuchamos de labios de Jesús la palabra “paraíso” y lo hace desde la desolación de la Cruz.
Ante la Transfiguración, Pedro le dice: “Maestro, ¡qué bien se está aquí!”. Ante la Cruz, Pedro aún lloraba sus negaciones. También por entre las lágrimas podemos entrever la alegría de la de la vida eterna. Las puertas de la Gloria están hechas con los maderos de la cruz.
La voz desde el cielo nos dice hoy: “Éste es mi Hijo, ¡escúchenlo!”. El Padre amoroso nos dio a su Hijo único para hacernos hijos suyos. Escuchar a Jesucristo y su misterio redentor, acogerlo de corazón, seguirlo un día y otro.
Escuchamos tantas cosas, medios, noticias, emisoras, correos… ¿cuánto escuchamos al Hijo, a quien confesamos nuestro Señor?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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