Gén 8, 6-13. 20-22; Sal 115, 12-15. 18-19; Mc 8, 22-26
«Le trajeron un ciego y le pidieron que lo curara»
También hoy, los primeros que aparecen en este evangelio, son los anónimos ayudantes que llevan a Jesús a un ciego suplicándole que lo curara. ¡Dichos tantos católicos sencillos, tantas abuelas amorosas y creyentes que llevan a Jesús a los suyos y a otros que encuentran a su paso!
Jesús cura al ciego en dos etapas. Ante la primera curación, ve borrosamente, ve “a los hombres como árboles que andan”. Después de la segunda curación, “empezó a ver perfectamente”. Ambas visiones se corresponden con las diferentes maneras de ver a Jesús en el evangelio de mañana. Ante la primera pregunta de Jesús, le responden: “unos dicen que él es Juan bautista, otros Elías o alguno de los profetas”.
La segunda curación y la mejor visión se corresponde con la respuesta hecha por Pedro: “Tú eres el Mesías”.
Antes de curarlo, Jesús “tomó al ciego de la mano y lo sacó de la población”. Así lo necesito, que me tome de la mano y me saque fuera de lo acostumbrado, de la ignorancia perezosa y de esos “valores” que al mundo le parecen normales. Y, como este ciego, necesito una curación y otra, pues no termino de convertirme a él de una vez, y aún percibo a los hombres como árboles y aún no los veo como hijas e hijos de Dios, mis hermanos.
¡Te amo, Señor, pero aumenta mi amor!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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