Gén 4, 1-15. 25; Sal 49, 1.8. 16-21; Mc 8, 11-13.
“Le pedían un signo… para ponerlo a prueba”
Así somos. Como ciegos que no quieren ver y van de caída en caída. Como estos fariseos del evangelio de hoy. Han visto a Jesús, han visto su vida, sus enseñanzas, han comprobado cómo ha expulsado demonios, multiplicado panes o curado leprosos, y cómo ama a los pobres y pecadores. “Todavía no entienden ni se dan cuenta?”.
Así somos, Señor, así; duros decabezay con los ojos nublados de prejuicios. Queremos que te sometas a nuestros dictados. No dejamos que nuestra inteligencia y nuestro corazón sean juzgados e iluminados por ti, queremos ser tus jueces. Hacemos contigo como Thomas Jefferson hizo con los evangelios. Se puso a recortarlos y expurgarlos de todo lo que a su mentalidad ilustrada le parecía inapropiado.
Y te pedimos, como los fariseos, señales y más señales y nuevos prodigios, como si fueras un mago. Pero tú no eres un mago. No viniste a dar un espectáculo, sino a dar la vida y darnos vida. Y nos sigues hablando con tu palabra, tus sacramentos o desde las heridas de los pobres. No tenías donde reclinar la cabeza. Ninguna prueba es mayor que tú, ni puede servirte de almohada. Eres mayor que tu propia Resurrección. ¿Qué más podías hacer por nosotros que no hayas hecho? ¿Y aún te pedimos más señales? ¡Perdónanos!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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