Gén 2, 18-25; Sal 127, 1-5; Mc 7, 24-30.
“Una mujer había oído hablar de él…”
Esta mujer era pagana, siriofenicia, y tenía una hija enferma. Jesús estaba en la frontera y quería pasar de incognito. Pero alguien le habló de Jesús a esta mujer. Y ella fue a buscarlo, y “le rogaba que expulsara de su hija al demonio”.
Todo el relato se desencadena por ese alguien anónimo que le dio la buena Noticia a la mujer. De acuerdo con esto, surgen preguntas para ti y para mí. ¿Cuándo has hablado de
Jesús a otra persona? ¿Cuándo le has dado noticia de su amor, de su perdón y de su capacidad de curarnos?
¿Quién, un día, levantará la mano para decirle a Jesús: Gracias a esta persona supe de ti, gracias a ella comencé a buscarte y dejarme encontrar por ti, gracias a ella he podido saborear quién eres y contagiar a otros necesitados de esta alegría que yo encontré en ti.
Hay católicos bautizados, católicos evangelizados y católicos además evangelizadores. Hay católicos mudos, católicos acomplejados y católicos contentos de ser católicos y de ser puentes para que otros lleguen a Jesucristo. ¿Dónde estás tú, dónde estamos de hecho y con los hechos?
En el comedor de mis vecinas, hay una fuente con frutas de plástico. Preciosas. Parecen, pero no son. Tampoco yo quiero ser un católico de plástico, que parece, pero no es. Dame, Señor, la gracia de conseguirlo.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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