Con este lema se ha lanzado este año 2017 la campaña contra el hambre desde la organización eclesial “Manos Unidas”. Esta campaña se realiza siempre al principio de Febrero y consiste en una gran tarea de sensibilización y de respuesta solidaria entre los ciudadanos de España para abordar el problema de la desigualdad en la distribución de la riqueza en toda la tierra en virtud de la cual sucumben diariamente 35.000 niños por causas directamente relacionadas con la pobreza. “El mundo no necesita más comida. Necesita más gente comprometida”. El lema va directamente al corazón de cada persona para generar un compromiso estable de solidaridad hacia los descartados del mundo. Manos Unidas quiere centrarse en tres temas esenciales para erradicar la pobreza y el hambre en el mundo: el desperdicio de alimentos, la lucha contra la especulación alimentaria y el compromiso con una agricultura respetuosa con el medio ambiente que asegure el consumo local. Manos Unidas pretende así dar respuesta a las causas y problemas que provocan el hambre en el mundo. Para Manos Unidas, afrontar a fondo el problema requiere acompañar a los más pobres, reforzar el derecho a la alimentación de los pequeños productores, contribuir al cambio hacia unos sistemas alimentarios más justos y educar para una vida solidaria y sostenible.
En Manos Unidas y en todas las personas que viven en solidaridad con los que sufren podemos decir que se cumple de manera singular la palabra del Evangelio que se escucha en este domingo (Mt 5, 13-16) cuando dice Jesús:
“Vosotros sois la luz del mundo”. El profeta Isaías indica exactamente de qué luz se trata: “El ayuno que yo quiero es […] que acabes con todas las tiranías, que compartas tu pan con el hambriento, que albergues a los pobres sin techo, que proporciones vestido al desnudo y que no te desentiendas de tus semejantes. Entonces brillará tu luz como la aurora y tus heridas sanarán enseguida, te abrirá camino la justicia y te seguirá la gloria del Señor” (Is 58,6-1).
El ayuno que Dios quiere es que alejemos de nosotros toda opresión y todo tipo de calumnias y amenazas, que compartamos el pan con el hambriento y ayudemos a los indigentes. Sólo entonces los discípulos se convierten en luz del mundo. Pablo se presenta ante la comunidad de Corinto con un único mensaje (1Co 2, 1-5). Pablo tiene ante sí una comunidad muy dividida en sí misma por dependencias personales de los líderes religiosos o por las diferencias sociales de sus miembros, y además, una comunidad sumida en las formas de vida paganas propias de una ciudad cosmopolita y plural, libertaria y frívola. El punto central de la predicación de Pablo es Cristo y éste crucificado. El crucificado es el núcleo de su predicación y la clave de su estilo de vida misionero, porque es consciente de que sólo en la palabra de la cruz se está revelando la potencia transformadora de Dios con la eficacia de su Espíritu. La sabiduría que Pablo anuncia es la del Crucificado, una sabiduría contrapuesta a la sabiduría mundana (1Co 2,6-8).
Se trata de una sabiduría oculta, misteriosa, divina, que los jefes del mundo presente desconocen. Tras contraponer el saber humano y el saber del Espíritu (2,9-15), Pablo concluye: Nosotros tenemos el pensamiento de Cristo (1Co 2,16). A este pensamiento se ha de abrir todo creyente para que, acogiendo el Evangelio, reciba también el Espíritu que le permita valorar la vida y actuar según la lógica de la cruz. Junto a las obras particulares de solidaridad y misericordia hemos de mirar al crucificado porque Él, en cuanto manifestación máxima del amor, es potencia transformadora, y en cuanto está presente en todos los hambrientos y marginados, es sabiduría que puede reorientar la economía hacia su fin último: la atención a los más descartados y no al beneficio propio.
Autor: José Cervantes Gabarrón, sacerdote misionero y profesor de Sagrada Escritura
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