Is 58, 7-10; Sal 111, 4-9; Mt 5, 13-16.
“Si la sal pierde su sabor…ya no sirve para nada”
“Me enfrenté a la persecución tanto dentro como fuera de mi familia. Aguanté palabras muy crudas, pero luché con todo mi corazón por Aquel a quien amaba”, dice hoy Emmanuelle, una joven musulmana convertida a Jesucristo. Pues como afirmaba el Papa Francisco el pasado 6 de octubre: “cuando un hombre, una mujer, se abre al Espíritu Santo es como un velero que se deja arrastrar por el viento y va adelante, adelante, adelante y no se detiene más”. Y, entonces, es sal verdadera y da el sabor de Jesucristo y se hace luz de Jesucristo para nosotros, ¡tantos como necesitamos el ejemplo y el ánimo de los otros cristianos!
No podemos ser “mechas apagadas” o lámparas escondidas por miedo a lo que el mundo nos diga. Hoy es domingo, vamos a misa (¡ojala no la dejemos por tontas excusas!) y queremos que la Eucaristía nos incendie y nos alimente para hoy y para no vivir la semana como bautizados agachados, avergonzados u olvidadizos.
Necesito de ti, de tu de amor y de tu luchada fidelidad y de tu alegría de ser católico. Dame esa grande limosna para que también yo me reanime y se la dé con esplendor a otros que están sedientos y tienen muchas dificultades.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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