Heb 3, 7-14; Sal 94; Mc 1, 40-45.
“Si tú quieres, puedes curarme”
¡Vaya encuentros los de Jesús! Hoy toca el turno a un leproso. Su aspecto lo calificaba de pecador y despreciable. Por eso se le mantenía marginado de la comunidad. A propósito de esto, una pequeña historia.
Con base en la ley de Moisés, un rabino y su suegro obligaron al yerno a que se divorciara, y por lo mismo, a que muriera antes de tiempo, desesperado y solo. Cuando venga el Mesías, el desdichado yerno demandará al suegro y al rabino, como culpables de su propia muerte prematura.
Entonces el suegro se defenderá diciendo: Yo obedecí al rabino.
Y el rabino se defenderá, diciendo: Yo obedecía a la ley de Moisés.
Y el Mesías dirá:
El suegro tiene razón, el rabino tiene razón; y también la ley tiene sus razones.
Luego el Mesías abrazará al yerno y le dirá: Nada tengo que ver con este suegro, y tampoco con este rabino; yo he venido para los que no tienen razón. Si, Jesús no tiene miedo de nuestro mal, se acerca, nos toca y nos cura. Eso es amor. Donde él está no hay marginación.
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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