1 Jn 5, 5-13; Sal 99; Mc 1, 7-11.
“Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco”
Por si alguno todavía dudara del testimonio del Bautista y de sus discípulos, incluido el de Natanael; hoy escuchamos en el evangelio
el testimonio del mismo Padre en el momento del bautismo de Jesús: “Tú eres mi Hijo amado, yo tengo en ti mis complacencias”.
Jesús se hace bautizar por el Bautista en medio de la gente, no lo hace a escondidas. ¿Qué nos querrá decir? ¿Por qué lo hace? ¿Será que tenía pecados? Jesús no necesita de ningún bautismo porque Él no tiene pecado, pues es el Hijo de Dios. Luego no necesita convertirse ni hacer penitencia, pero lo hace para mostrar su solidaridad con nosotros.
Jesús se hace solidario con los hombres para liberarlos del pecado. Y no sólo con el bautismo nos quita el pecado, sino que destruyendo nuestro pecado, nos devuelve la dignidad de hijos de Dios, Él, el Hijo predilecto y amado del Padre. Eso es también un gesto de solidaridad para con nosotros. Somos hijos en el Hijo que nos amó y se unió a nuestra carne para darnos la nueva vida y liberarnos del pecado. ¡Qué amor tan grande y misterioso.
El bautismo de Jesús nos hace un Pueblo, el pueblo de Dios. Somos la familia de Dios, pertenecemos a Dios. ¿Vives tu bautismo? ¿Te comportas como verdadero hijo de Dios?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Jorge Pedrosa Pérez, C.M.
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