“Y muchos se alegrarán de su nacimiento”
Jc 13, 2-7. 24-25; Sal 70, 3-17; Lc 1, 5-25.
Hoy se nos narra el anuncio de su nacimiento. Pero ya estos días de adviento nos ha acompañado Juan Bautista con sus gestos, su porte profético y su anuncio del Salvador. Estamos “en tiempos de Herodes, rey de Judea”, nos advierte el evangelista. Y estamos en el Templo de Jerusalén. Su padre, Zacarías, casado con Isabel, recibe el anuncio del ángel. Pero lo primero que acude a su boca son las objeciones. “Ya soy viejo y mi mujer de edad avanzada”. Todo contrasta con el evangelio de mañana. El lugar, el anuncio, la respuesta y las actitudes.
Pero, seguramente que Zacarías es un buen representante nuestro. ¿Cómo no poner objeciones a los planes de Dios para nuestra vida? Nos dejarían a la intemperie, tendríamos que cederle el control de la televisión de nuestros días al Señor. ¡Qué bien si así lo hiciéramos! Pues el día que terminen las excusas, cuando el sol prenda fuego a los pretextos y el drama de la carne se arrodille, cuando se desvelen los motivos del teatro, ¿para qué nos servirán los pintadas caretas del prestigio, los collares del ego, y los verbos desinfectados y aprobados por la tribu?. El Reino es don, se te ofrece; no es obra tuya o mía, ni nuestro mérito. ¿Lo acogemos ya sin las excusas de Zacarías?
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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