Reflexión mariana: “Cada Madre como María”

por | Dic 11, 2016 | Formación, Reflexiones | 0 comentarios

15170759_987136261390976_308509772241097226_n¡Qué bella imagen! María está en los últimos días de su embarazo, abrazando con ternura a su hijo que está a punto de nacer.

No hace mucho, en algunos países alrededor del mundo, algunos científicos, profesores y académicos realizaron un estudio muy detallado sobre el “agua”, convencidos de que el agua es un organismo vivo y que reacciona de diferentes manera a diferentes tipos de emociones y sentimientos humanos.

Poniendo agua en distintos ambientes: en grupos de encuentro o delante de gente a la que nombraban ciertas personalidades conocidas, el agua reaccionaba cambiando de color y gusto. Poniendo el agua en estado sólido bajo un microscopio, aparecían diferentes formas y figuras, de las más bellas a las más feas. Los científicos han probado que el agua reacciona, positiva o negativamente, dependiendo de los diferentes comportamientos humanos.

Si las personas que hay en la sala donde el vaso o la jarra de agua está se encuentran discutiendo o peleando entre ellos, esto se refleja en el agua: el agua perdía algo de color, volviéndose oscura, o perdía sabor. Cuando la gente se hablaba tranquilamente, con respeto y en un ambiente amistoso, el agua percibía esto y se mantenía limpia y sabrosa.

Los científicos hicieron incluso algunas pruebas congelando el agua y mirando en el microscopio su reacción. Dependiendo de las palabras que se dijeran o las personalidades de la historia nombradas, la lo que los análisis mostraban era increíble.

Cuando se usaban palabras malas, insultantes o hirientes, o se nombraban personas conocidas mundialmente que en el pasado habían causado mucho dolor a la humanidad, como Hitler o Stalin, las formas del agua congelada eran más feas.

Sin embargo, cuando se usaban palabras agradables, amistosas delante del vaso o la jarra de agua, e incluso nombres de personas como la Madre Teresa, el agua congelada mostraba preciosas figuras, formas, estrellas, diamantes y otras formas, que traían alegría a los ojos y el corazón.

Se sabe que las plantas suelen tener reacciones parecidas. Sienten a quién le gustan, quién cuida de ellas, quién disfruta de su compañía y habla con ellas; o, por el contrario, quién no les presta atención, pasa cerca de ellas como si pasara por un espacio vacío, las riega de casualidad o cuando alguien se lo recuerda, ve las plantas más como un obstáculo que como un apoyo o una fuente de alegría.

La reacción de las plantas también se puede ver desde fuera. Por las reacciones o los mensajes negativos la planta se empieza a secar, deja de crecer bien, e incluso puede morir; o, en caso que el mensaje sea positivo, amistoso y cálido, la planta crecerá bellamente, mostrando su belleza, haciendo el lugar donde está disfrutable y cálido.

Si esto es cierto para el “agua” y las “plantas”, cuánto no será más cierto que el ser humano es perceptivo a las reacciones positivas o negativas de la familia, parientes, amigos, o cualquiera que le toque.

Esto es también muy cierto en los primeros nueve meses de vida de un ser humano, desde el día de su concepción y a lo largo de todas las etapas de crecimiento en el vientre de su madre. Si la madre, padre, hermanos, hermanas, parientes y amigos hablan al niño en el vientre con calidez, expresándole la alegría de que nazca y venga al mundo, hablando al niño, cantándole canciones, aceptándole, mostrándole el amor que el niño merece, ese niño vendrá al mundo en paz, sintiéndose aceptado, ¡y con la seguridad de ser amado! Sin embargo, si el niño en el vientre, incluso tan pequeño, percibe la no aceptación de la madre, el padre, hermanos, hermanas u otras personas, cuando se pone al niño en situaciones de mucho estrés, llenas de odio, violencia o rechazo, el niño puede llevar las consecuencias a lo largo de toda su vida.

¡Pero María, en esta bella imagen, nos da un ejemplo! Abraza a su hijo con ternura y amor.

Podemos imaginar a María hablando a Jesús desde que recibió la noticia de la concepción, cuidando y acariciando a Jesús en todo momento ,cantándole canciones a Jesús, asegurándole que es un niño querido y amado.

¡Cada madre es como María! Jesús se encarna una y otra vez en cada ser humano. Cada niño, desde su concepción, es la cara de Dios que necesita que se le asegure que él o ella es querido, amado. El niño necesita oír canciones cantadas por su madre, padre, hermanos y hermanas. Él/Ella necesita oír sus voces, voces de ternura, aceptación, entusiasmo por verle venir pronto al mundo, voces de amor que después serán extendidos de una persona a otra, para construir el Reino.

¡Gracias, María!

Autor: P. Tomaž Mavrič, CM – Superior General
Fuente: cmglobal.org

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