Is 40, 1-11; Sal 95, 1-13; Mt 18, 12-14.
¿Qué les parece?”, pregunta Jesús en el evangelio para que pongamos atención a su parábola de la oveja perdida. Dejó a las noventa y nueve y se fue a buscar la perdida, “¿qué les parece?” ¿Hizo bien o hizo mal?
A Jesús lo acusaban de andar con gentes de mala nota y poca importancia. Ahora, él hace una defensa provocativa de su conducta. Pues si yo soy parcial y misericordioso a favor de los pequeños y pecadores –viene a decirles– vean ustedes cómo es el Padre celestial que se parece al que abandona las noventa y nueve ovejas y se va a buscar la perdida.
Si Él es así, ¿no he de ser yo como a ese parcial amor suyo? El Padre no quiere que ninguno de estos pequeños se pierda, ¿no he de correr yo a ofrecerles el Reino? ¿Y no he de andar en su compañía y hacer fiesta con ellos porque así es la misericordia de Dios?
A la gente le gusta aparecer junto a los personajes importantes, aunque su importancia venga de pisar a los demás y o de ser corruptos. Jesús tiene mejor gusto. Y, como el Padre, no quiere que ni el más chiquito se pierda. El tesoro del Reino está escondido en las heridas de los pobres. Ésa es su capilla o su catedral. El que se pone a curarlos, lo encuentra.
¡Gracias, Jesús, porque eres parcial a favor de los necesitados, así hasta yo tengo lugar contigo!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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