Is 35, 1-10; Sal 84, 9-14; Lc 5, 17-26.
Me conmueve la actitud y la actuación de Jesús ante este paralítico: su compasión, su perdón, su curación. Y me conmueven estos cuatro camilleros que lo cargaron hasta Jesús. Envidio ese amor, organizado que levanta los tejados y no se asusta ante las dificultades.
¡Cómo me gustaría ser para los demás como estos camilleros! Y, ¡cuánto agradezco a mi comunidad, a mi familia, cuando me acercan al Señor Jesús!
Los camilleros sólo tuvieron ojos para fijarse en el paralítico necesitado y para confiar en Jesús. No se fijaron en sí mismos o en las críticas de la multitud. Y se pusieron a actuar. Y cuando su acción resultaba ineficaz a causa de la multitud interpuesta, no le dijeron al pobre paralítico: Ya hicimos lo que podíamos, Ya ves que no es posible que te pongamos ante Jesús.
No lo llevaban para ganar votos o para hacer penitencia, ni para ganar méritos ante Dios o paras tener buena imagen ante sí mismos. Lo llevaban porque lo amaban y porque creían en Jesús, y lo querían curado, y “el amor es infinitamente inventivo”, como decía san Vicente de Paúl. Y, porque amaban, inventaron la forma de conseguirlo.
Ya no puedo más, ya hice todo lo que podía, decimos a veces. Y decimos verdad. El poco amor no da más de sí…
¡Dame, Señor, un amor fuerte, y seré creativo, inventaré ocasiones y medios, como estos camilleros!
Fuente: «Evangelio y Vida», comentarios a los evangelios. México.
Autor: Honorio López Alfonso, C.M.
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